jueves, 28 de febrero de 2019

Ruta al Castillo de Dueñas desde Cañamares

Bienvenid@s a esta nueva entrada del blog. Esta vez nos acercaremos al antiguo emplazamiento de un castro celtíbero, en las cercanías de la Herrería de Santa Cristina, al que llegaremos saliendo desde las inmediaciones de Cañamares.

En esa zona hay varios “castillos”, que es el topónimo que se suele dar a los lugares donde antaño había poblaciones. Y cuando digo antaño, quiero decir hace muuuucho tiempo. Estos “castillos” son en su mayoría de origen celtíbero, con lo cual estamos hablando de una época próxima al siglo VI antes de cristo, hasta el siglo I antes de cristo.

Quizá veáis más adelante alguna entrada de otro de los “castillos” de esta zona…

Vamos a lo que vamos. 

Para llegar al Castillo de Dueñas, en primer lugar, deberemos ascender al cordal de la Sierra del Barranco de la Goteruela, perteneciente al término municipal de Cañizares; que se encuentra al Norte de Cañamares. Pasamos el pueblo de Cañamares y, justo donde acaba, antes de salir del pueblo, en una calle junto al colegio de la localidad, nos adentraremos para salir por otro camino a la parte Norte y cruzar el Río Escabas por un puente. Ahora el camino se adentra en un valle que recorreremos hasta llegar a un barranco que no viene nombrado en los mapas. Antes de ese barranco, en un paraje llamado Cueva del Gato dejé el coche y me puse a andar hasta que el camino se corta y se convierte en una senda que, bruscamente, empieza a ascender encaramándose a un lateral del barranco.

Poco antes de abandonar la senda, al comienzo de los 500 metros de ascensión.


Más adelante la senda se pierde y me adentré directamente en el cauce seco del barranco para ascender por él.

Panorámica de este barranco sin nombre desde el que subí al Cerro Atalayuela, al Norte de Cañamares.

Aquí ya había muy poca vegetación. Iba andando sobre roca desnuda, por el cauce de un barranco estacional (sólo entra en carga tras épocas de lluvias) con pequeñas marmitas labradas en la caliza. En las fotos no se aprecia bien la inclinación, pero la subida era empinada. Además, la roca estaba descascarillada en algunos tramos, y era peligroso resbalar y caer.


Este barranco se divide en dos por su parte media, y yo cogí para subir, el ramal que está más al Este, ya que es el que mejor me pillaba para enlazar con un camino forestal más arriba…

Más arriba, ya casi en el final del barranco.

La ruta había partido desde unos 850 metros de altitud sobre el nivel del mar, y ya, al final del barranco, estaba a poco más de 1.300 metros de altitud, con lo cual había salvado la mayor complicación de la ruta… pero aún debía ascender un poco más, hasta llegar a la Atalayuela, que es el punto más alto de este cordal, con 1.369 metros de altitud.

Caseta de observación y vértice geodésico de la Atalayuela, a 1.369 metros de altitud.
Había salvado los 500 metros de desnivel en poco tiempo y ahora sólo quedaba continuar por el camino que recorre este cordal hasta llegar a un puntal rocoso donde antaño se encontraba el castro celtíbero en el paraje hoy llamado Castillo de Dueñas.

Desde la Atalayuela el camino comienza a descender suavemente, unas veces entre pinares y otras entre monte de matorral bajo. A veces también, entre los pinos, había algún hueco que permitía ver los cerros cercanos, como muestra la siguiente fotografía, hecha mirando hacia el Este:

Territorio de Cañizares, esculpido en gran parte por el Río Guadiela.

Todo este cordal montañoso hace de divisoria administrativa entre los términos de Priego y Alcantud por el Oeste; de Cañamares por el Sur y de Cañizares por el Este. Es decir, que he pasado por cuatro términos municipales diferentes en una misma ruta. No está mal, ¿eh? jejeje

El camino transcurre en dirección Norte hasta que muere a unos 200 metros del Castillo de Dueñas. Ahora debemos ir campo a través hasta salir del bosque, ya que no hay ninguna senda. Ya se ve precipicio. Estamos al borde de este cordal, que acaba quedando colgado de unos peñascos en un puntal rocoso difícil de transitar, dentro del término de Cañizares. Estamos llegando ya, por fin, al Castillo de Dueñas

Panorámica desde las riscas donde acaba el cordal de la Sierra del Barranco de la Goteruela, cerca del Castillo de Dueñas.

Imagen tomada con el zoom. Esas blancas paredes del fondo son las de la impresionante Hoz de Tragavivos, que vimos en esta entrada.

De hecho, ya se ve ahí el emplazamiento donde se encontraba el castro celtíbero…

Este último puntal rocoso del cordal que he venido siguiendo es el  lugar donde estaba el Castillo de Dueñas.

Aun así, lo que queda no es fácil. Hay que alejarse del precipicio y buscar un paso que nos permita bordear las rocas por el interior, para descender por una rampa empinada  y subir después por otra hasta colocarnos en el punto donde se hallaba este castro celtíbero, sobre unas peñas asomadas a la hoz del Guadiela.

Enfrente de nosotros está la Peña Escrita, lugar donde hay un tramo de calzada romana y una inscripción en latín donde explica quién, y por qué, donó el dinero que hizo posible la edificación de dicha calzada. Aún tengo pendiente visitar ese lugar…. pero pronto lo veréis en alguna entrada de este blog. Seguro.

Os dejo unas imágenes de las vistas desde este Castillo de Dueñas:

Panorámica de la Peña Escrita y el Estrecho de las Tejeras, dibujado por el Río Guadiela, desde el Castillo de Dueñas.

Vista hacia la Serranía de Cuenca. Tengo en mente hacer una ruta por el lugar que se ven en la foto....

Buitres y vista hacia la Alcarria desde el Castillo de Dueñas.
La verdad es, que el sitio no defrauda, pero sí el castro… me explico. Esperaba encontrar las marcas de los muros de las casas que allí hubo, o un aljibe excavado en la roca donde almacenasen el agua de lluvia, o peldaños labrados en la roca a modo de escalera, o algo… pero es que, allí no había nada que indicase que fue un lugar habitado antaño.

En el “Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 6”, del año 1.886, se escribe lo siguiente sobre este “castillo”:
“… el último castillo está al mediodía de la Peñaescrita, sobre unos montes, y peñascos muy encumbrados. Llamase Castillo de Dueñas, y domina por su elevada situación una gran parte de la Alcarria, y Serranía, porque aquí es donde se divide la Serranía de la Alcarria. Fue este edificio de gran fortaleza, tanto por su disposición natural, quanto por la artificial: hoy se conservan dos escalas labradas en el peñasco sobre que estribaba el Castillo, una mirando al norte por la parte esterior, y la otra al oriente en forma de caracol por la parte interior. Esta obra es de un esquisito trabajo…”
 Sí. Vale. Éste es el emplazamiento, pero no pude dar con las ‘escalas’ de las que habla; supongo que habrán desaparecido, quizá por desprendimiento de las rocas donde estaban labradas, o quizá, que el lugar habrá sido saqueado repetidas veces a lo largo de los siglos; y que la meteorología habrá hecho el resto… pero esperaba ver algún indicio de construcciones antiguas o algo, y no encontré nada (salvo un espacio con tierra muy negra en la base del “castillo”, que supuse que eran cenizas de hogueras, arrastradas por las aguas y que habían oscurecido la tierra en ese punto, pero nada más).

Ésto es exactamente lo que hay en este "castillo".

Vale. Pues ya había visto este sitio y tocaba volver, en un principio por el mismo camino, que en esta ocasión ascendía unos 200 metros de nuevo hasta la Atalayuela. De vuelta me fijé en que algunos pinos ya tenían molestos huéspedes alojados en sus ramas, y es que, como no llueva bastante o caiga una nevada tardía, me da a mí que este año vamos a tener bastante invasión de Oruga Procesionaria…

La desagradable plaga de la Procesionaria parece que este año va a volver a dar guerra por nuestra Serranía...

En algún hueco que dejaba la masa boscosa a los lados del camino, se podía ver a lo lejos el Estrecho de Priego, tal  como muestra la siguiente fotografía:

Estrecho de Priego a lo lejos.
Una vez pasada de largo la Atalayuela, no quise volver por el barranco por el que había ascendido, ya que el sol ya pegaba fuerte y por allí no hay ninguna sombra… además de que la costra de algunas zonas de la roca hacía que fuese demasiado arriesgado bajar por ese lugar. Entonces lo que hice fue seguir un camino que sale un poco más abajo de la Atalayuela (camino que no sale en los mapas y que transcurre entre la divisoria administrativa de los términos de Cañamares y Cañizares) que me llevaría hasta la parte alta de la zona afectada por el incendio forestal de Cañamares que tuvo lugar en 2.017. Fue provocado y afectó a un total de 185 hectáreas de pinares. Me alegró ver que nos árboles no estaban muy afectados (salvo en algunas zonas, de donde ya los habían retirado) y que se estaban regenerando bien (había bastantes brotes de encinas y pinos). Dejo unas imágenes para que veáis los efectos del fuego en este incendio:

Parta alta, donde dicen que se originó el incendio.

Panorámica. Este camino, parece de nueva construcción, y hecho para sacar lo pinos del quemado.

Así queda el bosque, dos años después de un incendio.
Al salir del camino, para enlazar con otro, tuve que bajar, monte a través, por una pendiente muy inclinada y de rocas sueltas que resultó un auténtico suplicio. Una vez en el centro de la zona quemada, y ya en llano, cogí otro camino hacia el Sur durante un kilómetro para volver a salir campo a través hacia el Oeste y bajar por un barranco labrado sobre yesos al valle donde tenía el coche aparcado. Este barranco era muy estrecho en su base, debido a los estragos que el agua había hecho en el débil yeso, y progresar por él no era nada fácil, pero ya había completado casi mi ruta.

Mapa de la ruta. No lo he podido sacar en una escala más ampliada, por lo que no se ve del todo bien....
Por último, os dejo un vídeo-resumen de los vídeos que fui grabando por el camino:



Vídeo resumen de la ruta desde Cañamares hasta el Castillo de Dueñas.

Y, ¡esto es todo amig@s! ¡Hasta la siguiente entrada!

martes, 12 de febrero de 2019

Paliza al cuerpo en la Cueva de la Solana (Valdecabras, Cuenca)


Esta vez, os voy a dejar el enlace al vídeo que he subido a Youtube (aquí no me deja porque 'pesa' demasiado), antes de daros la brasa con la crónica de la entrada. Y si veis que os interesa el rollo, pues o entrenéis en leerla... ¿no? (aunque, yo lo recomiendo, para entender también mejor el vídeo...)

Ésta va de cuevas.


Dejo también por aquí la topografía para que os hagáis una idea de lo que supone meterse ahí...

Topografía del Grupo Espeleológico Conquense Lobetum. (Pulsar la imagen para ampliar)
En rojo he marcado la ruta desde la boca de la cueva hasta el sifón, y en amarillo la ruta
que parte del Caracol a la zona de la Galería del Aragonito, hasta el lugar donde llegamos.

Volvemos al subsuelo de la serranía. Ahora, cerca de Cuenca capital. Vamos con los antecedentes:
Hermano Errante y yo, lo teníamos claro. Lo llevábamos postergando ya mucho tiempo, pero ambos sabíamos que nos teníamos que enfrentar a este reto y, unos días antes de hacerlo tuvimos la siguiente conversación:

-          Hermano Errante: Bueno, ¿qué? ¿Hacemos espeleo este domingo que viene? Tenemos pendiente aún Royo Malo…

-          Yo: Vale, pero con la lluvia que cayó el otro día… no sé cómo estará la Cueva de Royo Malo… de hecho, vi una publicación en Instagram de la semana pasada y aún había agua en la boca.

-          Hermano Errante: Entonces… ¿a cuál vamos?

A esta pregunta siguió un silencio de unos segundos, tras el cual nos miramos al mismo tiempo y, nos comprendimos a la perfección (por algo somos hermanos). No hizo falta mencionar la elección, pues ambos pensábamos en la misma cueva. Tocaba sufrir. Tocaba ir a donde habíamos evitado ir hasta ahora. Tocaba meterse en la infernal Cueva de la Solana.

La habíamos evitado hasta entonces, por varios motivos: su longitud, sus características y lo que nos había contado Padre Errante y la gente del grupo espeleológico Lobetum, del cual formamos parte.
La longitud de esta cavidad, la convierte en la tercera más larga de la provincia, con un total topografiado de 5.264 metros. Se empezó a explorar allá por 1964 (donde ya se conocía gran parte de su desarrollo) y ya en 1974 se tenía una primera topografía (del Grupo Espeleológico Minas de Madrid) que convertía a esta cavidad en la 7ª con más desarrollo de toda Europa. Más tarde se descubrirían grandes sistemas subterráneos que dejarían a esta cueva muy relegada en ese ránking.

En cuanto a sus características, lo que nos habían dicho, y confirmamos con esta visita, es que en los primeros 900 metros no hay donde ponerse de pie. El techo de la galería principal hasta ‘El Caracol’ es bajo y no permite más que gatear o reptar, lo que hace que sea imprescindible llevar rodilleras… además de que el suelo, donde no es de arena, es de roca con bordes cortantes y picos que acaban pinchándote por todo el cuerpo (yo salí con una tibia sangrando y una puñalada, que me dio el techo, en el omoplato izquierdo).

Otra característica de esta cueva es que presenta una zona laberíntica en la que no es nada difícil perderse, y se hace necesario llevar reflectantes para colocarlos en los pasos confusos para que nos ayuden al salir, aunque es verdad que, con tantos visitantes como ha tenido en todo este tiempo, está bastante bien marcada con flechas que indican la salida. Por nuestra parte no tuvimos ninguna pérdida, ya que Hermano Errante iba consultando la topografía y anotando los tiempos que tardábamos en llegar a cada zona para saber exactamente dónde estábamos y hacia dónde debíamos ir en cada momento. También nos llevamos señales reflectantes (placas de metal con adhesivo de color reflectante fabricados por Hermano Errante), una brújula para poder orientar la topografía y leerla correctamente, y la inestimable descripción de algunos miembros del grupo espeleológico conquense Lobetum, que fueron los que hicieron la topografía definitiva de esta cueva. Se la conocen al dedillo, ya que tuvieron que meterse en ella nada menos que 13 veces (de las cuales Padre Errante participó en 9) hasta completar la topografía (el plano, vamos) de sus más de 5 kilómetros de infernales galerías.

Por lo expuesto anteriormente es por lo que habíamos ido postergando la entrada a esta cueva: poco recomendable para ver cosas bonitas y mucho para sufrir. Dice Padre Errante que, entre una incursión para topografiar y otra, tenían que dejar pasar al menos una semana para calmar los dolores provocados por las 8 horas de la sesión anterior, antes de poder volver a meterse… y es cierto. Sales de allí destrozado, agotado, dolorido y perjurando que no volverás nunca jamás. Es una gran paliza. Solo para masoquistas.

Esta cueva es totalmente fósil (no hay cursos de agua ni espeleotemas en su interior), aunque hay crónicas que dicen que en los años 40 hubo una época de grandes lluvias en que salía un río de la boca de la cueva. Alterna zonas de suelo arenoso (zonas bajas de la cueva) con otras de suelo calizo deformado por la erosión del agua y con bordes cortantes y pinchos por todas partes (en las zonas de bajada de aguas), aunque la cueva es bastante llana ya que no hay apenas variación de altura con respecto a la boca de entrada.

La boca se abre justo junto a la carretera que sube a la Ciudad Encantada, frente al pueblo de Valdecabras. Durante las obras de reacondicionamiento de dicha carretera casi tapan la boca de acceso, por lo que la gente del grupo Lobetum hizo un muro evitando que la cegasen de arena, y dejando el hueco justo para pasar. Tras esta entrada ya se augura lo que nos vamos a encontrar: suelo bajo (un metro o metro y pico de altura media) y ninguna formación curiosa.
Tras avanzar unos 10 minutos, nos plantamos en la Sala del Jamón. Es una pequeña sala que hace como una burbuja en la monótona galería principal. No es lo suficientemente alta como para ponerse en pie, pero es un respiro comparado con lo que nos encontramos antes y después. En ella hay una roca colgada con una cinta, como si fuese el hueso de un jamón terminado. De ahí el nombre de la sala.

Después de esto, más monotonía de arrastrarse y gatear. Así hasta llegar al Teléfono, donde debíamos ir por el ramal de la derecha, ya que el de la izquierda, aunque se junta más adelante con éste, es más duro para avanzar. Aun así, es bastante duro aun con rodilleras… pues el suelo es tremendamente irregular y no es fácil encontrar apoyos. Padre Errante dice que hace años había un teléfono (sería un genéfono, que es un teléfono autónomo para ser empleado donde no hay electricidad) en este punto. Lo habían instalado los primeros exploradores de esta cavidad, allá por los 70. Ahora no había nada. En llegar al Teléfono tardamos 47 minutos desde la boca y a su salida colocamos un reflectante para coger el mismo camino a la vuelta.

Después del Teléfono, que es bastante estrecho, la sección se abre un poco hasta llegar a La Ese, unos 10 minutos después de haber pasado el Teléfono, que se encuentra a unos 75 metros de distancia. Haciendo un cálculo sencillo se puede ver que se avanzan unos 7 metros y medio por minuto en esta sección de la cueva, que no es de las peores... para hacerse una idea de lo duro y cansado que se hace meterse aquí.

Después de La Ese, más terreno monótono, pero ya encontrando algunas gateras laterales que por lo estrecho e intrincado de su sección no invitaban a intentar meterse por ellas. Más adelante empiezan a salir gateras más grandes, pero que no invitan tampoco a intentar siquiera entrar. Llegamos así, 300 metros más delante de La Ese (que cubrimos en 32 minutos desde allí. En 1 hora y media desde la boca) al Fetén, que Padre Errante nos contó que se llamaba así porque, cuando estuvieron haciendo la topografía encontraron allí un paquete de tabaco vacío de la marca “Fetén” que habían dejado allí los primeros exploradores.

El Fetén tiene unos 100 metros y en su estrecha parte final conecta con el Caracol, que es el paso clave de esta cueva, pues de aquí ya parten diversas galerías hacia la zona laberíntica de la cueva de la Solana. Es el centro neurálgico.

En llegar al Caracol hemos empleado 1 hora y 39 minutos desde la entrada, avanzando a un buen ritmo, pero el desgaste a se va notando. El Caracol, se llama así porque hace un poco como una escalera de caracol. Me explico: llegas de la estrecha zona final del Fetén y parece que la galería se acaba, pero gira bruscamente 180º hacia la derecha, y cuando haces la curva te encuentras en una pequeña salita donde convergen dos galerías y una ventana a una galería colgada. Hacemos una parada, nos comemos unas barritas energéticas, reponemos agua, nos orientamos con la topografía y la brújula y nos encaminamos primeramente hacia el sifón. Más tarde tendremos que volver a este sitio para coger la otra galería que parte de aquí y se dirige a la Galería del Aragonito y el Oasis, que es la zona más alejada de la boca de la cueva. En el Caracol dejamos otro reflectante para guiarnos a la vuelta.

Al rato estábamos en la Sala de la Arena, desde donde parten más galerías hacia zonas laberínticas. Esta sala, evidentemente se llama así porque está cubierta de arena, pero permite ponerse de pie y estirar los músculos de la espalda y el cuello, castigados ya de tanto arrastrarse. De esta sala también parte una galería que conecta con el Laberinto, pero nosotros íbamos hacia el sifón. Aquí dejamos la saca que portábamos y cogimos solamente agua para llevar en otra pequeña mochila que se porteaba mucho mejor, al ser más pequeña. Desde la sala de la Arena la galería que nos lleva al sifón es alta, y se puede caminar por ella un tramo, pero después el techo va bajando de nuevo hasta hacer que la galería sea un laminador (muy ancho, pero con muy poca altura) por el que vamos reptando sobre dunas de arena. Este tramo de unos 300 metros lo recorrimos en 25 minutos, y así llegamos al sifón.
Llevábamos ya 2 horas y 28 minutos arrastrándonos bajo la montaña y ahora ante nosotros había un pequeño lago de quietas aguas turquesas. A la derecha, una chapa con un hilo de Ariadna colocado allí cuando se exploró el sifón que, por otra parte, se ciega y no hace continuar la cueva.

Breve descanso y vuelta a la Sala de la Arena. De ahí al Caracol llevando ya 3 horas y 19 minutos dentro de la cueva. En el Caracol dejamos nuevamente la saca grande y con la comida y el agua en la mochila pequeña, cogemos la galería que nos llevará hacia El Aragonito, que también queríamos ver en esta entrada. Salimos del Caracol y, esto ya no es como la zona de la que venimos de ver el sifón. Aquí no hay arena. Hay que gatear y arrastrarse sobre roca dura, de nuevo por una galería estrecha y de techo bajo. Llegamos hasta un cruce que creíamos que nos podría presentar alguna dificultad o confusión al salir, pero ‘in situ’ lo vimos bastante claro, y no pusimos reflectante. Un poco más adelante y llevando ya 4 horas y 2 minutos de recorrido, paramos 20 minutos a comer y reponer energías, que ya estaban bajo mínimos.

Cuando empezábamos a quedarnos fríos de estar parados, continuamos. Ya estábamos prácticamente en la Galería del Aragonito, llamada así por las formaciones cristalinas de mineral de carbonato de calcio que aflora en esta zona. Esta Galería del Aragonito avanza en sentido a la entrada, corriendo paralela a la galería principal, pero alejada de ella. En esta zona también se puede ir de pie, con concreciones a los lados de la galería y brillos de aragonito que destellan por todas partes al mover nuestras linternas frontales.

En este punto, al ver que se avanzaba rápido, nos vinimos arriba y seguimos hacia adelante a ver si llegábamos hasta el Oasis, pero ya estábamos muy cansados y cuando la sección de la cueva se volvió nuevamente estrecha y dura, nos paramos para dar media vuelta e ir hacia la salida. En llegar a este punto empleamos un total de 4 horas y 22 minutos (4 horas y 44 minutos contando también el tiempo de comida). Estábamos a la altura de la trigésima gatera lateral que sale (están numeradas con pintura verde). No llegamos finalmente al Oasis. Desde aquí aún nos quedaban aún más de dos horas hasta volver a ver la luz del sol. Más de dos horas, en las que ya las fuerzas no iban más que justas para abrirse camino entre la oscuridad a un ritmo mucho más lento que el que llevábamos a la entrada.

Nos pareció muy raro algo en esta zona... aquí, por la Galería del Aragonito, encontramos 3 murciélagos hibernando. Tan lejos de la boca de la cueva es extraño, pues no se adentran hasta tan profundo. Sabemos que en esta zona, y por la zona de la Sala de la Arena se está muy cerca de la calle. De hecho, los de Lobetum encontraron una cueva en un vallejo cercano a Valdecabras, que tiene la misma sección que esa parte de la Cueva de la Solana y que corre en la misma dirección, así que, seguramente antaño conectase y hubiese ahí una nueva boca para esta cavidad… pero se encuentra cegada. Picaron, pero con consiguieron desobstruir lo suficiente. Esos murciélagos que vimos debían haber entrado por algún hueco o alguna de las gateras laterales que nos encontrábamos, que son intransitables para nosotros.

Ya estaba bien hasta ahí. Nos dimos media vuelta en este punto.

Volvimos recogiendo los reflectantes que habíamos dejado (incluso aprovechamos y recogimos basura que algún desconsiderado había dejado cerca de la zona del Caracol para sacarla al exterior) y en un total de 6 horas y 48 minutos nos habíamos enfrentado al infernal recorrido de la Cueva de la Solana, saliendo completamente agotados y doloridos, pero con una sonrisa estúpida dibujada en la cara.

Y, eso es todo por esta entrada. Echadle un ojo al vídeo y, si vais a meteros ahí, hacedlo con cabeza y con alguien que conozca el lugar. No es fácil de recorrer y no hay que olvidar llevar abundante agua, reflectantes y rodilleras.

¡Hasta la próxima lectores errantes!

sábado, 2 de febrero de 2019

Valle del Escabas (Parte I) - Cercanías de los Galayos

Vamos con una entrada doble, que se desarrolla en las inmediaciones de otro paraje que tengo pendiente de visitar, y del que haré una entrada en su momento.

Primero, vamos a ubicarnos: estamos en el gran y escarpado tramo del valle que forma el Río Escabas a su paso entre las poblaciones de Poyatos y Fuertescusa. Este valle discurre en dirección Noroeste y en esta doble entrada vamos a acceder a la parte más alta de cada uno de los márgenes, a la altura del impresionante paraje conocido como Los Galayos. Es decir, estaremos primero detrás de los Galayos subiendo desde Fresneda de la Sierra (al Sur); y luego en la segunda parte subiremos a la margen que hay enfrente de los Galayos (al Norte) desde el fondo del valle del Río Escabas. Vamos a ello.

En mi primera incursión, no conseguí gran cosa… os explico. Aparqué a la salida de Fresneda de la Sierra y me puse a andar por un camino en dirección Norte hasta que comencé a oír disparos cerca y vi junto al camino un cartel que indicaba que se estaba llevando a cabo una montería por donde yo quería pasar. Misión fallida. Media vuelta.

Al poco volví para liquidar esa cuenta pendiente. Esa vez metí el coche hasta el punto donde había visto el cartel de la montería la otra vez, ya que ese tramo de camino no tenía nada particular y ya lo había andado… Al poco de aparcar, el camino que debía seguir comenzaba a ascender encajado entre dos barrancos secos (el del Arroyo de Valdecabanos al Oeste y el del Arroyo de la Navelía al Este). Más arriba el camino se convertía en senda y seguía subiendo. Todo este tramo forma parte del sendero Pr-Cu 27. Por aquí no había grandes vistas, así que no paré a hacer fotos, salvo un vídeo corto intentando captar, con el móvil, el ladrido de un corzo cercano. Sí. No es una errata, los corzos ladran. Os dejo el vídeo, a ver si podéis oírlo (desde el segundo 1 hasta el 4. Hay que subir el volumen a tope):



Entre los segundos 1 y 4 se oye un corzo ladrar. Prestad atención..

No lo vi, porque estaba más abajo y algo alejado del camino, pero ese ladrido era, seguramente, de un corzo macho. Muchas veces van por ahí ladrando solos, aunque cuando más lo hacen es en época de celo. Le respondí con un par de ladridos y continué mi ascenso, hasta que la senda llega a un pequeño collado junto al punto donde comienza el barranco del Arroyo de la Navelía. Una vez arriba el paisaje se abría en un llano llamado Prado de la Navelía. Estaba ya en la meseta que da forma a la parte alta de la margen Sur del valle del Escabas. La subida había sido demoledora y, sin embargo, aquí era todo casi llano.

En el alto había un camino desde el que ya se divisaba el valle del Escabas, y grabé este vídeo de los Galayos y la margen contraria del valle donde subiría en la segunda parte de esta entrada:

Los Galayos desde el Cerro Avanto, al salir del Prado de Navelía.

Fui en dirección a, lo que en el mapa aparece como, Tinadas del Collado y en el camino encontré este curioso refugio de pastores, donde solamente cabía una persona tumbada, pero hecho con gran tesón y paciencia. Sin duda, un buen sitio para meterse si te pilla en el llano una tormenta de verano…

Refugio de pastores en el alto junto a Carrascallano.

En el siguiente vídeo, ya se ve Tinadas del Collado, pero de pasada. Lo que me tenía maravillado (y aún me sigue maravillando cada vez que paso por la zona) eran las formas del valle del Escabas, con sus rocas pareciendo querer desafiar a toda lógica.

Vídeo grabado antes de bajar a Tinadas del Collado y Carrascallano.

Pero la próxima parada era Tinadas del Collado, ya a la vista sobre una pradera ondulada que tenía aspecto de haber servido de despensa a diversas generaciones de ganados y ganader@s. Por lo visto, Tinadas del Collado era un conjunto de casas derruidas donde habitaban los humanos mientras su ganado apacentaba tranquilamente en las praderas de los alrededores en época de estiaje. Curioso y apartado enclave, sin duda.

Deambulando por Tinadas del Collado y mirada hacia el valle del Escabas.

En el final del vídeo, la imagen se fija en el “lagarto de Fuertescusa” más conocido como “El Costerón”. Tengo que ir por allí a visitar una cueva que se encuentra a sus faldas, así que ya os lo mostraré más adelante. Pero os dejo este otro vídeo, donde también se ve la parte más amplia del valle del Escabas:

Baranco al Oeste de Tinadas del Collado y vista del valle del Escabas.

Tras husmear por Tinadas del Collado me dirigí hacia el Este para merodear por una prolongación de esta meseta, llamada Carrascallano, junto a la cual nace el Barranco de la Solana del Parral, que es el que parte los Galayos para dar con las aguas del Escabas. Pongo una imagen y un vídeo, para que os hagáis una idea de lo que describo:

Los Galayos, que son esas enormes lajas de piedra, vistos desde Carrascallano, al Sur del valle del Escabas. Están cortados por el Barranco de la Solana del Parral.

Vídeo de los Galayos desde Carrascallano.

Desde esa punta de Carrascallano que da al valle del Escabas comencé el camino de vuelta, andando por el borde de esta meseta que da al Barranco de la Solana del Parral, ya que quería ver el inicio de éste. Os dejo por aquí un par de fotos desde el borde de este barranco:

Borde del Barranco de la Solana del Parral, que corta Carrascallano por su parte Este.

Otra vista desde el borde del Barranco de la Solana del Parral, con los Galayos y las paredes escarpadas del valle del Escabas al fondo.

Ahora, durante un instante, vamos a ver desde enfrente nuestra situación. Vamos a ver, primero los Galayos y encima, Carrascallano donde estamos ahora mismo, y se aprecia que hay mucha menos vegetación (esto es un avance de la segunda parte de esta entrada, que podéis leer más abajo):

Nos teletransportamos rápidamente a la margen contraria del Río Escabas, para ver desde allí la posición en la que se encuentra Carrascallano con respecto a los Galayos.


Y el vídeo desde donde comienza el Barranco de la Solana del Parral, con un fino hilo de agua escurriéndose hacia el vacío, en busca del Río Escabas:

Aquí comienza el Barranco de la Solana del Parral, con un fino reguero de agua, al que se le van sumando más pequeños aportes desde los lados del barranco.

Tras esta incursión, vuelta al Prado de Navelía y bajada por la senda por la que había subido… Os dejo el mapa con el recorrido:

Subida desde el Norte de Fresneda de la Sierra siguiendo el Pr-Cu 27, paseo por Tinadas del Collado y Carrascallano y vuelta por el mismo sitio por el que había subido.

Y ahora, si os parece, vamos con la segunda parte de esta entrada. Desde la margen Norte del valle del Escabas. ¿Os venís?

Esta segunda parte es más aventurera que la primera, con parte del recorrido por territorio salvaje y sin senda, en una subida de 350 metros de desnivel luchando contra la gravedad y la maleza. Esta ruta partió de la misma carretera que une las poblaciones de Fuertescusa y Poyatos, es decir, desde el fondo del valle que forma el río Escabas entre estas dos poblaciones.

Comencé a ascender la pendiente monte a través, confiando en encontrar rápido una senda que había visto en las ortoimágenes de los vuelos PNOA del Instituto Geográfico Nacional (fotos aéreas, vamos) pero que no aparecen en el mapa. No tardé mucho en dar con ella, y paré en un singular mirador de roca a tomar esta panorámica y éste vídeo:


Panorámica de la márgen Sur del valle del Escabas desde el Picayuelo, al inicio de la subida.
Vídeo panorámico iniciando la subida.

Esta senda parecía ser de resineros, que la usarían para llegar a las zonas donde “sangraban” los pinos, o al menos, eso creo a juzgar por los restos de vasijas donde se recoge la resina que vi por la zona. Esta senda, según las ortoimágenes, sigue y cruza el Barranco de Pruipinarejo; pero antes de esto, mi plan era desviarme hacia la pendiente y subir campo a través hasta un corredor “cómodo” (por llamarlo de alguna manera) que me permitiese coronar la faja de roca.


Barranco del Pruipinarejo, que luego atravesaría en su parte alta para llegar a la punta de exploración de mi ruta.

Tras una subida agotadora sin senda de ningún tipo, estaba en la base de la mencionada faja de roca, con el Barranco de Pruipinarejo a mi izquierda:


Vídeo desde la faja de roca. Las condiciones de luz en invierno no dan para sacar buenas imágenes por la baja altura del sol, que deslumbra se grabe desde donde se grabe... pero bueno, algo se ve, ¿no? Aquí había un pequeño rebaño de Cabras montesas que asusté al subir y no pude grabar.

Ahora debía bordear la roca buscando un paso para ascender finalmente a la parte superior. Éste era el punto crítico… si no había tal paso y todo eran rocas verticales, se habría acabado aquí mi excursión, pero por suerte no fue así. Encontré un paso y, aliviado, me planté en la visera de roca que se asoma al Escabas por encima de las buitreras de otra faja de roca que hay a menor altura. 

Respirando aliviado tras haber podido subir por donde había planeado en un principio.

Ya estaba el trabajo complicado hecho. Había subido al Puntal del Cuerno Llano. Las vistas eran mejor incluso que desde el otro lado del valle. Eran más cercanas a la verticalidad de las márgenes y daban una perspectiva diferente de los Galayos:

Perspectiva desde esta parte del recorrido.

Aquí aproveché que el sol no me deslumbraba para hacer esta panorámica mostrando la parte Sur del valle del Escabas.

En el siguiente vídeo os muestro los Galayos con mayor detalle, y Carrascallano, donde estuve en la ruta de la primera parte de esta entrada:

Los Galayos y Carrascallano, donde estuve en la otra parte de esta entrada.

Y, ya que estamos, me sirvo de esta foto tomada desde Carrascallano para dibujaros la ruta de ascenso a este lugar, vista desde la perspectiva de la otra ruta:

Pulsar para ampliar: En rojo el recorrido seguido. Donde no hay línea es porque el camino seguido pasa por destrás de la faja de roca que se aprecia en la imagen, por un corredor bastante empinado por donde subí.

Al igual que vimos en la otra margen del Escabas, la parte alta de ésta margen también era una meseta (fijémonos en que el paraje de la otra margen se llama Carrascallano, y el puntal donde acababa de culminar mi ascensión es el del Cuerno Llano), pero ésta algo más accidentada. Me dirigí a un camino que atraviesa estos altos, por el interior, y para mi sorpresa vi que estaba en vías de convertirse en Pr, a juzgar por esta imagen:

Marcas de Pr pintadas hace bien poquito.

Tras un corto tramo por este ‘cuasi’ Pr, me desvié por otro camino que bajaba a la cabecera del Barranco de Pruipinarejo (que había visto durante mi subida, y que al planificar la ruta había descartado intentar ascender, ya que parece tener caídas verticales largas) y después ascendí nuevamente, esta vez en dirección a Las Cabezas, un puntal rocoso que se asoma al Escabas desde donde grabé los dos siguientes vídeos, y aproveché para comerme el bocata:

Hasta aquí llegué: Las Cabezas. Otro puntal de roca que se asoma al majestuoso valle del Escabas.

Arco de piedra sobre el vacío junto al que paré a comerme el bocata, y desde donde comencé el camino de vuelta.

Mi intención era llegar hasta el paraje de Cabeza del Castellar, que queda al Sureste de donde me encontraba, pero debía bajar una fuerte pendiente, subir otra y luego volver, lo que me desanimó e hizo que volviese sobre mis pasos de camino al coche.

Tras volver a encontrar el sitio por el que había ascendido la faja final de roca, bajé; y de ahí a la interminable cuesta, campo a través y sin senderos (ni de animales), por donde había subido. Una vez pinché con la senda que había visto en las ortoimágenes, ya estaba chupado volver al coche… pero ya casi llegando, algo llamó mi atención. Al subir no la había visto, y estaba en la misma senda por la que había pasado. Suelo fijarme en estas cosas y, al subir, juraría que no estaba… bueno, a lo que voy: había sangre, y claro, me dio por hacer de CSI y seguir el rastro (¡cuánto daño hace la tele…!) que seguía la senda por el tramo por el que debía bajar.


Rastro de sangre por el sendero.
Investigando cual CSI. ¿De qué es esta sangre? ¿qué ha pasado por aquí?

Por los pelos, deduje que el animal herido era un jabalí, aunque es difícil asegurarlo… seguí el rastro hasta dar con el origen, que curiosamente era el final de mi ruta…

En la carretera, a 30 metros de donde tenía aparcado mi coche, justo donde esa senda acababa en el asfalto, había marcas de un frenazo, y de ahí partía el rastro intermitente de sangre hacia el monte del que yo bajaba. Pensé en que había tenido suerte de no encontrarme con un peligroso jabalí herido recientemente por un coche, en el mismo sendero por el que yo bajaba felizmente tras haberme dado un pateo con mucha cuesta arriba… habría sido una situación comprometida, ya casi en la meta final.


Origen del rastro de sangre. Misterio resuelto.
Os dejo el mapa de esta segunda parte y un mapa donde se ven los recorridos de ambas partes de esta entrada. 


Mapa de esta segunda parte de la entrada. Según el contador de pasos del móvil, haciendo la conversión (un paso, aproximadamente 0,8 metros de avance), me salían unos 14 kilómteros, pero me parece demasiado... no sé.


Los dos recorridos de esta entrada en un mismo mapa, para dar una idea más amplia de la zona recorrida.


Y, como os he adelantado… habrá más entradas de esta zona impresionante de nuestra serranía conquense.

Colorín colorado… esta entrada se ha acabado.