¡Hola lectores errantes!
Hoy vamos con otra de cuevas sí... pero esta vez,
diferentes. Bastante diferentes.
Hace unos días, tras ponerme a revisar publicaciones
antiguas de espeleo, descubrí algo que desconocía: en Cuenca tenemos cuevas
formadas en sal.
No todas las cuevas son en piedra caliza. Las hay: en
hielo (bajo glaciares), en conglomerado (como la Cova Cuberes en Lérida), en
arenisca, en granito (como A Cova Da Trapa en Pontevedra), en yeso (como el
karst de Sorbas en Almería), en cuarzo (son bastante raras. Hay algunas en
Brasil) y en sal; que es a las que nos vamos a adentrar en esta ocasión.
La información provenía de una publicación espeleológica
del año 1994: la revista Antrum nº 1, editada originalmente en papel por el
grupo espeleológico madrileño GAEM; aunque está también por la red en pdf.
Dejo
aquí el enlace a dicha publicación, por si queréis ojearla: http://www.espeleogaem.org/formacion/antrum/pdf/antrum_01.pdf
El artículo dedicado, a partir de la página 41 de esa
revista, a la Cueva del Hundido comienza: "Los karst en sal gema son
tremendamente raros. En España contamos sólo con dos, uno en Cardona muy
conocido y explorado y el otro entre Minglanilla y la Pesquera (Cuenca)".
En el artículo se habla del Sumidero del Castelar,
explorado por el S.I.S de Tarrasa en 1973, que tenía una longitud de unos 100
metros y acababa en un sifón de agua tremendamente salada.
Además, el sumidero natural conecta con dos secciones de
una antigua galería excavada a mano por los romanos para la extracción de sal y
cuyo acceso se encuentra obstruido por derrumbes.
En 1990, los miembros del grupo GAEM de Madrid volvieron
para ver si podían bucear el sifón, y descubrieron al lado de la boca del
Sumidero, la Cueva del Hundido una torca que se había abierto en el fondo del
barranco. Volvieron dos años después y vieron que había doblado su tamaño y
daba acceso a una cavidad. Al investigarla, descubrieron y topografiaron 210
metros de galerías excavadas en sal, con pasos inundados y formaciones
curiosas. En su momento esta cavidad era la 2ª de España en cuanto a desarrollo
en sal. Ahora, ya ha sido superada...
Pues bien, con estos antecedentes, ¿cómo no iba a querer
ir cuanto antes?
Así pues, esta vez acompañado de Antonio y de Juan, nos
plantamos allí para adentrarnos en una montaña de sal. A ver qué encontramos...
Reconocemos el terreno antes de ponernos los trastos y...
¡sorpresa! Veníamos con la idea de que había dos cuevas, pero ya en el lugar
nos encontramos con tres. ¡Toma ya!
Volvemos al coche, nos ataviamos para la exploración
subterránea y bajamos de nuevo al barranco ciego (es un barranco donde se sume
el agua, sin salida del riachuelo hacia ningún valle) donde se abren las bocas
de las tres cavidades, con la del Sumidero del Castelar un poco alejada de las
otras dos.
Decidimos explorarlas desde el fondo del barranco hacia
el coche, dejando el Sumidero del Castelar para lo último. No obstante, en esta
crónica voy a narrarlo al contrario de cómo sucedieron los hechos, para
mantener la tensión hasta el final, ya que la primera cueva que visitamos (que
no conocíamos de nada) fue la que más desarrollo nos dejó avanzar y la más
curiosa.
Pues bien. Ya llenos de barro tras haber pasado por las
dos cuevas anteriores, bajamos al Sumidero del Castelar. Una enorme boca de
entrada en el fondo de una rambla con forma de embudo nos da la bienvenida.
Este sumidero tiene que tragar agua a mansalva, a juzgar por sus dimensiones. ¡Vamos
para adentro!
La boca en rampa se ve cegada por derrumbes en su lado
izquierdo. Al lado derecho, el agua ha excavado la sal y deja un resquicio por
el que bajar: una rampa empinada y con material suelto alrededor. Bajamos los 3
y, echamos un vistazo. Se estrecha aún más y parece que la rampa se hace más
pronunciada. Vamos llenos de barro y, decidimos que no vamos a probar con este
Sumidero del Castelar por el momento. Con las que hemos visto antes, nos damos
por satisfechos.
Boca del Sumidero del Castelar.
Antes del sumidero, hemos pasado por la Cueva del Hundido (o no... al final de la crónica hay una nota al respecto), la cual era la misión principal de este viaje a Minglanilla. Mientras mis compañeros cambian pilas en el exterior, me adentro. Esta es otra dolina en embudo con un corte en la pared de sal que da acceso a la cueva.
Hay una rampa que baja y a la derecha se ve la bóveda de
una sala alta, a la que se accede subiendo una rampa bastante empinada.
La galería que desciende, y que al parecer era el acceso
principal al resto de la cueva, se ha hundido impidiendo el paso por ese lado.
Subo entonces la rampa que hay a la derecha. Estoy en una sala bastante amplia,
pero parece que no se ve la continuación por ninguna parte...
Ahí dejo un vídeo de esta sala, y alguna foto de sus
formaciones:
Entrada y sala de esta cueva.
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Estalactita de sal. |
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Estalactitas excéntricas de sal en el techo de la sala. |
Entran mis compañeros y suben a la sala.
Formaciones de esta Cueva del Hundido.
Retiramos unas cuantas piedras que taponan lo que parece
ser una continuación. Se mete Juan a investigar y al salir nos dice que caber,
cabemos; pero que se pone muy vertical, y no hemos traído cuerdas. Por mi parte
me adentro un poco en otra gatera que parece estar sobre la galería de acceso
colapsada y veo que más adelante se cierra. Me dedico entonces a grabar lo que
hay por aquí:
'Nubes de sal' y gatera parcialmente desobstruida.
La Cueva del Hundido se niega a mostrarnos sus secretos.
Aunque, sabiendo que la sal se disuelve muy rápido, y conociendo ya su
ubicación, volveremos en un futuro para ver si las aguas han logrado
desobstruir la entrada y nos permiten progresar más.
A la salida Antonio se fija en algo. Hay una telaraña, y
parece ser que la araña que la tejió 'se ha salado por completo'. Dejo por aquí
un vídeo y una imagen, aunque no se enfoca bien del todo por el pequeño tamaño
de la araña...
'Araña curada en sal'.
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Araña atrapada por la sal. |
De aquí, vamos al Sumidero, y nos encontramos lo relatado más arriba.
Pero veníamos ya contentos. ¿Por qué? Porque en la
primera cueva a la que nos metimos (y que no esperábamos encontrar) nos dejó
recorrer un buen tramo de galerías formadas en sal, muy curiosas.
Aquí una imagen de las dos bocas de entrada a esta nueva
cavidad.
Esta cueva no tiene nombre (que yo sepa). No sale en las
crónicas que había leído. ¡Vaya suerte! ¡Quizá exploremos algo nuevo!
Bocas de acceso a esta cavidad.
Me adentro yo el primero, pero pronto me detengo. Vaya...
esto no va a ser fácil.
Comienzo a adentrarme pero...
Fango. Mucho fango. O incluso arenas movedizas, más
bien... ya me lo advirtió Padre Errante, que en su momento estuvo en estas
cuevas (bueno, en las dos anteriores. Ya que ésta en la que nos encontramos ahora
se debe haber abierto más recientemente).
Mis compañeros se me adelantan mientras grabo la boca de
acceso de esta cueva.
Antonio y Juan van al ataque de esta cueva.
Se adelanta Antonio, que baja arrastrando por una rampa
de lodo. Le sigue Juan y por último bajo yo, pensando en lo interesante y
penoso que va a ser deslizarse por aquí cuesta arriba con tanto lodo a la
salida...
Galería de entrada.
Ya estamos en una galería con las paredes de sal. El
suelo es más compacto aquí. Menos mal... porque si llega a tener toda la cueva
tanto lodo como la entrada habría sido un auténtico palizón avanzar por ella.
El mono ya pesa el triple con todo el lodo que se nos ha quedado pegado a él.
Los primeros metros avanzan en dirección norte, para
luego hacer un par de eses y girar bruscamente hacia la derecha (hacia el Este
más o menos), que es la dirección donde están la Cueva del Hundido y el
Sumidero del Castelar. Puede que estén conectadas, pero habrá que volver en
época de estiaje y revisar todos los rincones...
Vamos encontrando estalactitas de sal y minúsculas
formaciones saladas cubriendo el suelo:
Avanzando por el meandro inicial de este sumidero.
![]() |
Estalactitas de sal que crecen sobre paja y ramas arrastradas por el agua hasta aquí. |
Advierto a mis compañeros que van delante de que vayan
atentos a huellas o señales que delaten si ha entrado alguien antes. Si no hay
nada, es posible que estemos descubriendo una nueva cavidad.
Mientras seguimos avanzando por un meandro con las capas
de sedimentos muy marcadas. El agua ha tallado en cada una de sus incursiones
las entrañas de sal gema de esta montaña.
Seguimos avanzando.
![]() |
Diferentes grados de erosión sobre diferentes alturas de la capa de sal que cubre toda esta galería. |
Un poco más adelante encontramos señales. No somos los
primeros en entrar aquí. Vaya...
Huellas. No somos los primeros en adentrarnos en esta cueva, al parecer...
El meandro que veníamos siguiendo desemboca en una gran
sala, con su parte central de techo bajo.
Por el centro hay mucho fango y avanzamos pegados a la
pared, bordeando la gran sala, donde el fango está algo más endurecido y no te
hundes tanto. El suelo está cubierto de microcristales de sal, que deben
desaparecer cada vez que esta cavidad entra en carga, es decir, cuando empieza
a entrar un río de agua de lluvia por ella e inunda su interior.
Cristales de sal cubriendo el suelo de la sala (se me fue la pinza y grabé en vertical. Sorry)
Llegamos al extremo de la sala, y la cueva continúa por
una gatera de techo bajo. Con buen criterio, Antonio decide que no nos metamos ahí.
En este vídeo se muestra el porqué:
'Lodo líquido atrapa-personas' en la galería que continúa en un extremo de la sala, y montaña de sal.
La gatera pinta bien, pero cualquiera se mete en ese
cenagal... la dejaremos para otra ocasión.
Seguimos bordeando la sala, que se ha formado a base de
sucesivos derrumbes del techo que han dejado en esta parte una montaña de sal y
bloques de sal caídos.
Aquí hay otra vista de esta gran sala de sal:
Otra vista de esta sala.
Avanzamos un poco más por el borde de la sala. Juan se
adelanta y, con cuidado de no quedarse atrapado, cruza la sala en su parte
final para asomarse a una galería que sale en dirección a la entrada, paralela
a la galería por donde hemos llegado a la sala. Nos dice que no tira, y nos
damos la vuelta.
Antes de salir de la sala hacia la galería que nos
conducir de nuevo al exterior, me fijo en una diaclasa estrecha que puede
conducir en dirección a la Cueva del Hundido. Yo no me meto, pero Juan y
Antonio se ven con ganas de reptar por sitios estrechos y se meten a echar un
ojo:
Los compis explorando una diaclasa.
Parece ser que no tira. Nos damos por satisfechos por
ahora, y volvemos por la galería de entrada, en dirección a la salida.
Nos volvemos a arrastrar por la fangosa rampa de entrada,
luchando para no quedar atrapados por esas pegajosas arenas movedizas y salimos
al exterior, a ver la Cueva del Hundido y el Sumidero del Castelar, los cuales
no se portaron tan bien con nosotros como esta 'cueva desconocida' que parece
formar parte del mismo sistema.
![]() |
Antonio saliendo como puede del lodo de la entrada. |
Pensándolo ahora en frío, ¡me podría haber llevado una cinta de lomo y haberla dejado curando en la sal de la sala, para volver a por ella más adelante ¿no?! jejeje
Volveremos sin duda. Creo que aún se pueden descubrir más
cosas en estas cuevas de sal, si no acaban colapsando como había ocurrido en la
entrada del Sumidero del Castelar...
Os dejo por aquí la topografía de la Cueva del Hundido,
sacada de la Revista Antrum nº 1 del grupo espeleológico madrileño GAEM, para
que le echéis un vistazo:
La verdad es que, mirando la topografía y comparándola
con lo que nos encontramos nosotros, bien es posible que, la que durante toda la crónica
he tratado como 'Cueva del Hundido', no sea tal, sino otra dolina nueva, como
la cueva desconocida que también visitamos. Además, en la crónica de la revista
Antrum se dice que el sumidero dista unos 100 metros de la cueva, y nosotros
nos encontramos con que están mucho más cerca, quizá a unos 40 metros como mucho. Lo
dicho, habrá que volver en otra ocasión y mirar todo con más detenimiento.
Por último, os dejo el enlace a un vídeo que he subido a
YouTube sobre nuestra visita a este curioso karst en sal gema situado entre las
poblaciones de Minglanilla y La Pesquera (Cuenca):
Y con esto me despido, lectores errantes. ¡Hasta la vista!