martes, 14 de mayo de 2019

Cueva del Boquerón de Valdecabras

Después de un parón de casi un mes en el blog  volvemos con una de cuevas, rescatada del archivo. No he hecho grandes rutas ni he transitado parajes destacados últimamente… aunque tengo pendiente subir una entrada del descenso del barranco de Portilla que hicimos, por segunda vez, hace un par de semanas y del que tiene las fotos otra persona… pero para desengrasar el blog esta entrada valdrá.

Vamos a viajar en el tiempo hasta noviembre de 2017, cuando me adentré con (¡cómo no!) Hermano Errante en la Cueva del Boquerón de Valdecabras. Y, esto de resaltar que es de Valdecabras, viene a que también hay una Cueva llamada del Boquerón en el ‘ensanche de Buenache’, cerca del albergue de la Fuente de las Tablas, pero esa es otra historia (la tengo pendiente, pero habrá una entrada en el futuro de esa cueva también).

Vamos con lo que vamos. El Boquerón de Valdecabras se trata de una cueva activa, por la que aflora un buen caudal de agua durante las épocas de lluvias y que, por tanto, hay que visitar durante el estiaje. Cuenta con un desarrollo aproximado de 600 metros que se recorren por una galería principal de sección baja, con dos ramales que salen en el primer tercio del recorrido. En esta cueva, te tiras arrastrándote encorvado por un tubo con una altura media de un metro y medio, o algo más, durante un buen rato… pero merece la pena, ya que aquí se guarda un secreto que no se da mucho por estas tierras…

Ahí está la topografía, sacada del libro 'Avance al Catálogo de Cavidades de Cuenca' de 1991. Topografía del Grupo ONZA.

Vamos a ubicarnos, primeramente. Estamos a unos 3 kilómetros al norte de la población de Valdecabras, en el fondo del valle labrado por el río del mismo nombre, pero en un ramal de dicho valle, donde discurre el agua de la fuente de la Canaleja.

La entrada está un poco elevada sobre el fondo del valle, por lo que hay que realizar una pequeña trepada para entrar. Estas fotos son de hace tiempo, y Hermano Errante y yo íbamos aún con monos de tela, aunque hay que decir que, en esta cavidad, al andar en cuclillas todo el rato, se hace un esfuerzo considerable y con estos monos se transpira mejor que con los buenos que tenemos ahora.

Esta cueva no presenta dificultades, salvo algunas partes donde el agua, por mucho que lo evites, se te mete en las botas... pero bueno, que es una cueva fácil que puede hacer cualquiera, eso sí, en época de sequía.

Pues bien, pasamos, y al poco encontramos algunos gours con agua. Hago alguna foto a Hermano Errante, como las siguientes:


Hermano Errante junto con los pies en uno de los gours. Los gours son las paredes de calcita que tapan los pies de Hermano Errante en esta fotografía, y que atrapan el agua en época de crecidas, formando balsas.
Haciendo pruebas con otra iluminación.
Seguimos avanzando. Vean aquí la escasa altura que tiene la galería, casi igual en todo su recorrido.

También Hermano Errante me hace alguna foto a mí en una zona sin agua…

Mirando las pequeñas estalactitas de esta parte de la galería principal.

"¡Pues no se está tan mal aquí, oye!. Ya he pillado la postura..."

Avanzamos un poco más y pronto nos encontramos con la sorpresa que guarda esta pequeña cavidad: estalactitas excéntricas.

En nuestra provincia hay algunas cavidades con estalactitas de este tipo, si bien no es muy frecuente que las haya. Según leí, las estalactitas excéntricas de calcita (como éstas, ya que las de yeso tienen un proceso de formación totalmente distinto) se forman generalmente cuando al depositarse la calcita diluida en una gota que corre por el techo, una pequeña corriente de aire mueve esa pequeña costra de mineral disuelto y hace que la estalactita crezca cambiando el sentido en base a la fuerza y dirección de la corriente de aire. Si bien, dicha corriente es imperceptible, es posible que hace milenios la cueva tuviese una conexión con el exterior en una parte más alta de la montaña y hubiese una circulación de aire mayor, que dio lugar a la formación de éstas frágiles bellezas pétreas.

A la derecha, arriba, se ve una excéntrica, con algunas más pequeñas cerca.

Detalle de las estalactitas excéntricas. Pequeñas maravillas.

Aquí hay algunas estalactitas más grandes:

Hermano Errante en otra parte de esta cueva.

Y más excéntricas, blancas, de calcita pura:

¡Más excéntricas!

Y pequeñas columnas. 
Y estalactitas blancas, limpias y puras en constante crecimiento.


Seguimos avanzando y Hermano Errante se escurre como una comadreja por todos los rincones intentando ver si esas gateras laterales llevan a alguna sala de mayor altura, pero nada…

Aquí lo que había eran grandes estalagmitas. Lo que se ve a la izquierda son las botas de Hermano Errante, que forcejeaba con una gatera, aunque sabíamos que no llevaba a ninguna parte...

Aquí lo pillé saliendo de ese recoveco estrecho e infernal:

Hermano Errante haciendo un poco la comadreja.

Aquí las galerías son algo más anchas, pero siguen sin permitirte andar erguido. Se nota claramente la obra de excavación que el agua ha ido dejando en la roca a lo largo de milenios.

Galería principal, ya casi llegando al sifón.

Otra parte de la galería. Aquí todo araña, pincha y corta.

Y, últimamente, llegamos al sifón final, al fondo de la galería principal de esta cueva que tanto cansa recorrer. Este sifón es impenetrable, y cuando llegamos tenía algo de calcita en suspensión sobre el agua, que se aprecia en la siguiente imagen:

Sifón final de la galería principal de esta cueva del Boquerón de Valdecabras.

Una vez llegados al sifón, un pequeño descanso, y vuelta hacia la salida andando como un gorila y ya con las piernas, los riñones y el cuello hechos polvo, pero contentos. Misión cumplida.

Con esta entrada un poco ‘exprés’ le he quitado las telarañas al blog. A ver si ahora salgo más al monte y recopilo más material para futuras entradas, que no duden que las habrá pronto…

¡Hasta la vista!

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