lunes, 30 de julio de 2018

La Similla del Val

En esta entrada nos vamos a desplazar a la Serranía norte para mostrar un bello paraje subterráneo situado entre las poblaciones de Poyatos y Santa María del Val, aunque ya dentro del término de este último municipio. Volvemos al subsuelo de la Serranía, esta vez para explorar la llamada: Similla del Val.

Boca de entrada a la Similla del Val. A pesar del diminutivo 'similla' de su nombre, se trata de una cueva en toda regla, y no de una pequeña sima de desarrollo vertical como podría sugerir el topónimo.

Esta cavidad no es muy conocida (en Internet no se encuentra nada sobre ella) ni frecuentada (no es fácil encontrarla, aunque nosotros no tuvimos ningún problema), por lo que se haya en buen estado de conservación. Para evitar futuros deterioros en este bello paraje subterráneo, me limitaré a describir someramente la zona en la que se encuentra, sin entrar mucho en detalle sobre su localización exacta.

Estamos en la Muela del Rebollar, que se sitúa entre las poblaciones de Fuertescusa, Poyatos, Santa María del Val y Puente Vadillos; y entre los cauces del Río Cuervo (al norte) y el Río Escabas (al sur). El sendero circular PR-CU 95, llamado la Ruta de las Simas, (actualmente de baja temporal en la página: http://www.senderosdecuenca.org/index.php/es/) nos acerca a varias cavidades verticales de la zona de Santa María del Val, y entre ellas se encuentra ésta.

Después de aparcar el coche cerca de la carretera que une Poyatos y Santa María del Val, andamos unos 2 kilómetros por pistas de tierra bastante rotas hasta dar con las señalizaciones del PR-CU 95, tras lo cual encontramos la entrada a la cueva que no se ve hasta que no la tenemos justo delante, por estar oculta.

La boca de entrada forma una rampa descendente, por lo que esta cueva actúa como un colector donde se vierten las aguas de escorrentía, formando así un riachuelo subterráneo que recorre el suelo de esta cavidad y ha dado la forma a sus galerías. Cuando fuimos, a finales de mayo, aún había por todas partes bastante agua de la caída durante esta primavera.

Nada más entrar, bajamos andando sobre los derrubios que ha ido arrastrando el agua durante milenios hasta dar con un resalte en bajada. Para llegar a ese resalte nos adentramos en un corto laminador y desde ahí nos asomamos. Hay que bordear. Rodeamos unos bloques desprendidos del techo para bajar este resalte por la derecha y oímos un rumor de agua. Ahora nos encontramos bajo la galería de entrada, a un lado, desde donde sale de un pequeño manantial en la pared, el agua que forma el riachuelo. Éste corre en dirección al interior de la cueva.

Al lado del manantial hay una gran pila de piedra colocada para recoger el agua de una filtración que existe sobre ella. A la vuelta de la cueva pregunté a Padre Errante (que fue espeleólogo durante mucho tiempo y visitó en su momento esta cueva) por el origen de esa pila y me contó que su teoría es que esa pila fue colocada hace muchísimo tiempo por pastores de la zona para recoger y aprovechar el agua subterránea y apagar la sed en tiempos de sequía donde no se podía encontrar agua en otra parte. Me parece una teoría bastante válida, de modo que la daré por buena. Sobre la pila había también un 'vaso de cerámica' de los usados para recoger la resina de pino.

Hermano Errante junto a la pila que hay bajo la entrada a la cueva. 

A juzgar por la concreción existente en la base de la pila, ésta debe llevar 'plantada' en ese sitio muuuuuucho tiempo.

Detalle del interior de la pila de piedra con Hermano Errante asomado a ella.
Después de pararnos a observar este curioso abrevadero, nos dirigimos al interior de la cueva siguiendo el cauce del arroyo que nace aquí.

Nos encontramos ahora andando (a veces sobre grava, a veces sobre arena fina) por un amplio meandro subterráneo labrado por el arroyo.

Hermano Errante sentado a un lado del meandro para cambiar las pilas de su linterna frontal.

Meandro subterráneo bastante ancho y espacioso. El arroyo corría por la izquierda de la fotografía.
Aquí el avance era cómodo y sin ninguna dificultad gracias a la amplitud y altura de este meandro activo. De hecho, avanzamos por aquí tan rápidamente que nos pasamos de largo una oquedad que luego a la vuelta, con más calma, descubrimos e investigamos.

Hermano Errante junto a una colada en la galería principal de la Similla del Val.
En este recorrido inicial no vemos formaciones apenas... salvo por una colada que nos encontramos en la galería principal. Es raro que con tanta agua corriendo, y humedad, no haya espeleotemas por todas partes, pero más tarde fuimos conscientes del porqué de esta ausencia.

¿Y eso? No será un alien... ¿verdad?
Extraña formación ramificada en el techo de la sala principal.
Total, que seguimos adentrándonos por el amplio meandro hasta dar con el primer obstáculo. Un derrumbe.

Hay bloques que han caído del techo y han taponado la continuación. Eso parece en un principio... pero no. Encontramos dos pasos posibles: Hermano Errante sigue andando por el cauce del riachuelo subterráneo y se cuela agachándose, con el pecho a ras del agua, por una pequeña bóveda sifonante por la que continúa el pequeño curso de agua; mientras yo he descubierto una gatera ascendente a la izquierda del paso que ha tomado Hermano Errante y comienzo a arrastrarme por ahí para conectar con la continuación tras el derrumbe.

Aquí es donde me uní a Hermano Errante, que había pasado el derrumbe por otro lado a ras del agua. 
Yo preferí no mojar el mono y me arrastré por esta gatera, que luego usamos ambos, a la vuelta, para salir.

Aquí ya empezaba la acción. Mi hermano ya había salido por el otro lado y había venido a donde yo estaba reptando para pasar. Paso y me reúno con él.

Ahora estamos en un espacio entre dos caos de bloques. Vemos un tramos corto de riachuelo que a unos 8 o 10 metros se vuelve a sumir entre grandes bloques de piedra desprendidos del techo. Tenemos que buscar un paso estrecho que continúe por el otro lado y vuelva a reunirnos con el cauce activo del riachuelo. Hemos venido sin topografía, ya que no hemos podido encontrar ninguna de esta cueva y no sabemos muy bien si esto continúa o se acaba aquí. De todos modos, nos han comentado que esta cavidad tiene unos 700 u 800 metros de desarrollo, y no nos da la impresión de que hayamos recorrido tanta distancia... de modo que tiene que haber un paso para superar este caos de bloques.

Por aquí hay algunas pequeñas formaciones, pero el espacio es mucho más reducido que en el meandro por el que veníamos. Hay bloques de piedra desprendidos y apoyados unos en otros por todas partes. Hay que revisar cada hueco que existe entre todo este laberinto pétreo.

Hermano Errante repta por entre el caos de bloques intentando encontrar un paso por donde superar este obstáculo

Subimos, bajamos, pasamos reptando entre bloques, entre el hueco que deja la pared original de la cueva y los bloques desprendidos, volvemos sobre nuestros pasos, nos paramos. Hay arcilla resbaladiza por todas partes No sabemos por dónde continúa esto. Hurgamos por cada hueco que vemos, pero todos nos hacen volver a retroceder porque tras avanzar un poco, se cierran completamente. Seguimos estando casi convencidos de que éste aún no es el final de la cueva. Tenemos que encontrar un paso por aquí.

Nos metemos por todos los huecos por donde cabemos para intentar salir de este caos de bloques y continuar la cueva.

Nada. Tras un rato largo de duro arrastrarse entre recovecos, nos damos por vencidos. Ni por la parte alta del derrumbe, ni por su parte media, ni por su parte baja encontramos una gatera que salga por el otro lado. Éste sería el punto más alejado de la boca en nuestra exploración. No encontramos el modo de avanzar más. Iniciamos el recorrido de vuelta.

En el tramo que enlaza con la galería principal, antes de salir por la gatera por donde yo había entrado, descubrimos algunas formaciones en una pequeña sala.

Estalagmita y algunas pequeñas estalactitas en un bello rinconcito subterráneo.
Salimos de nuevo a la galería principal. Hemos escapado del caos de bloques, aunque sin lograr atravesarlo... vamos volviendo por la galería principal por donde no habíamos visto apenas formaciones, salvo alguna pequeña colada en un lateral, y poco más. La cueva es preciosa, pero faltan espeleotemas. Hacemos una parada. Hago una foto a Hermano Errante. Concretamente, le hago esta foto a Hermano Errante:
En esta colada donde casualmente nos hemos parado a hacer una foto, hay un hueco.
Hermano Errante lo ha visto. La curiosidad le puede. Tiene que asomarse.
No habíamos reparado en esto al pasar por aquí a la ida. Íbamos progresando hacia el fondo de la cueva sin pararnos mucho a mirar lo que nos rodeaba. Hermano Errante sube, se encaja entre las paredes de este agujero ascendente y al poco tiempo desaparece.

Hermano Errante ha visto por ahí un hueco. A ver que encuentra...

Oigo su voz surgir desde arriba. Me dice que suba. Me encaramo a la colada, encajo los hombros en el agujero, busco agarres para las manos, tanteo apoyos con los pies y subo.

Me encuentro con esto:

 Subo por el agujero y... ¡Hermano Errante ha descubierto un rincón repleto completamente de estalactitas!

Estamos en una galería colgada sobre la galería principal por la que corre el riachuelo. Sigue el mismo sentido y, aunque sus dimensiones son más modestas que la galería que tiene por debajo, se anda cómodamente por aquí. Es amplia y alta.

Estamos en una galería fósil. El río excavó en un principio su camino por aquí, y con el paso del tiempo y la erosión, se fue colando hasta formar la galería del nivel inferior. Aquí el techo no se derrumbó, y cuando el agua dejó de fluir por esta galería, se comenzaron a crear lenta y pacientemente las formaciones.

Cientos de estalactitas pequeñas, unas cuantas estalagmitas grandes y algunas columnas jalonan esta preciosa galería colgada encima de la principal.

"¡Yo también quiero una foto aquí!"
Es increíble la cantidad de estalactitas que hay en este rincón y lo apretadas que están unas con otras. Eso sí, muchas (la mayoría, de hecho) parece que están cortadas por la mitad.
Decidimos continuar por esta galería colgada, aunque no sabemos si en el otro extremo, ya cerca de la entrada, habrá una bajada o si por el contrario se cerrará y tendremos que dar la vuelta y bajar por el hueco por el que hemos subido aquí...

Ahora nos damos cuenta, las formaciones que no habíamos visto por el meandro que forma el riachuelo en la galería principal, debían de haber sido arrastradas en alguna crecida inusual del caudal hace ya tiempo; pero en esta galería superior, que es una galería fósil (sin curso de agua activo), se concentraban casi todas las concreciones de la cueva.

Tras flipar un rato con estas vistas, retomamos el camino hacia la salida, pero siguiendo esta galería colgada sobre la que atravesamos para entrar, hasta que llegamos a un punto en que esta galería se había derrumbado sobre la inferior, y ya se veía el primer laminador por el que nos habíamos asomado nada más entrar a la cueva. Pasamos hacia él, con cuidado, por una estrecha repisa que queda a nuestra derecha, colgada sobre un vacío de unos 4 o 5 metros, y volvemos a estar en el bajo laminador del principio de la cueva.

Salimos al exterior, no sin antes echar una última mirada al bello mundo subterráneo que ahora abandonamos, dejándolo tranquilo, oscuro y callado hasta que vuelvan a aparecer visitantes por aquellos lares, esperemos que, cargados del respeto y admiración que merecen estos rincones escondidos.

En definitiva, nos encantó esta cueva, aunque nos dejó con ganas de más... por ello: volveremos a visitarla más adelante ora vez. Seguro.

viernes, 20 de julio de 2018

Peligrosa subida por los Covachuelos en La Frontera

He de reconocer que, para ilustrar esta entrada no tengo el suficiente material gráfico. Y el que tengo, no hace demasiada justicia a la realidad del lugar que plasma. Ello es debido a que, al recorrer este paraje, estuvimos más pendientes de no despeñarnos y de salir de allí con vida que de grabar vídeos y tomar fotografías en condiciones. Ese hecho da una idea aproximada del terreno del que vamos a hablar hoy...

Cada vez que circulaba por la carretera CM-210, tras pasar junto al municipio de La Frontera, me fijaba en un cerro que queda a la derecha (si subes en dirección a Cañamares) que presenta un corte profundo y, al parecer, muy estrecho. Siempre que pasaba escrutaba el lugar, eso sí desde lejos (desde la carretera hay 2,6 kilómetros en línea recta hasta este paraje), intentando averiguar si esa hendidura atravesaba por completo la montaña, creando un desfiladero realmente angosto que debía ser impresionante. Algo así imaginaba yo, pero no se veía nunca gran cosa... y tuve que acercarme más para hacerme una idea más clara del reto al que quería enfrentarme.

Mapa de la situación de este paraje. Arriba a la derecha, se encuentra el objetivo: los Covachuelos.

Lo hice el sábado 5 de mayo. Volví hasta este municipio situado al final de la comarca del Campichuelo y a las puertas de la Serranía de Cuenca para comprobar si era posible hacer una travesía por donde, desde hacía tiempo, tenía en mente hacerlo: el paraje de los Covachuelos.

Una vez aparcado el coche en la pista de tierra que sale tras la señal del punto kilométrico 25, a la derecha, comencé a andar por caminos de labranza hasta dar con el cauce seco del Arroyo de la Cañada del Royo. En lugar de seguir directamente el cauce, avancé campo a través una vez moría el camino, ascendiendo ladera arriba hasta meterme en una barranquera muy empinada y estrecha que subía y subía, sin dejarme ver bien por dónde iba progresando. Tras un rato avanzando por aquí, me di cuenta de que me había desviado de la trayectoria, cosa que me confirmó el GPS al echar un vistazo. Pues vaya...

Bajando en busca del cauce seco del Arroyo de la Cañada del Royo, tras subir en un principio por donde no era.

¿Y ahora? Media vuelta. Tiempo perdido, energía malgastada y el clima que empieza a empeorar poco a poco. Avecina tormenta. He oído algún trueno a lo lejos.

Bajo el tramo que había recorrido por la barranquera, salgo de ella, me oriento y comienzo a buscar otra vez el cauce seco. Aquí el terreno es más abierto. Una vez he vuelto al cauce empiezo a andar por él. Ya veo mi objetivo. Ya estoy en la dirección correcta, aunque el avance por aquí (está lleno de piedras empotradas en terrones de tierra seca, a su vez erosionada por el agua) se hace lento. Hay que andar con cuidado por aquí para no torcerte un tobillo.

Panorámica del paraje de los Covachuelos desde el Arroyo de la Cañada del Royo (cauce seco que desciende por este paraje y que solo trae agua tras grandes tormentas en la zona superior). Desde aquí no parece gran cosa... pero la vista engaña.

Al acercarme más, de lo primero que me dí cuenta fue de que no había tal hendidura. La roca no estaba completamente labrada formando un desfiladero rocoso estrecho, como yo había pensado, sino más bien, se trata de una empinada ladera surcada por dos ramblas que se arrincona entre moles de caliza bastante desgajadas en algunos puntos. La parte superior parece prácticamente cerrada por torres de roca caliza. Un agreste anfiteatro natural, vamos.

Ya en este rincón, el cauce seco y sin pendiente por el que venía se convierte en una rambla muy empinada que se ramifica un par de veces. Las paredes de roca gris y desgajada que me rodean son mucho más altas de lo que parecen desde lejos, y el terreno... muy complicado de transitar. Voy ascendiendo mientras la pendiente de la rambla aumenta con rocas de todos los tamaños empotradas en terrones de tierra más o menos compacta. Cada vez que apoyo el pie en una de ellas para subir un resalte, me da la sensación de que se va a desprender y caer, y yo con ella.

He ascendido un poco por el interior ya de este paraje, pero el camino se sigue empinando cada vez más, y las nubes que surcan el cielo cada vez son más oscuras. Desde el punto hasta el que he llegado parece que, aunque complicado y peligroso, el ascenso se puede continuar por la izquierda pegado a la pared de roca, a pesar de que no pude ver bien cómo era ese tramo, parece que las rocas verticales dejan por ahí un posible paso. Está bien como toma de contacto, así que vuelvo al coche mientras comienzan a caer algunas gotas. Ya sé por dónde enfrentarme a este paraje, pero no será hoy.

Misión de reconocimiento finalizada.

Éste es el mapa topográfico en detalle del paraje. La línea (discontinua azul) que sigue el arroyo es infranqueable en subida, ya que donde se juntan las líneas marones (curvas de nivel) hay una pared vertical de más de 30 metros de altura.
Ver siguiente fotografía.

Según el mapa topográfico, el arroyo sigue el curso por esta pared infranqueable. La rambla por la que subimos queda a la izquierda. Más tarde, buscando datos sobre este paraje, descubrí en la página de la Federación Castellano-manchega de Espeleología y Cañones, que este descenso está equipado, y que consta de 3 rápeles... así que habrá que volver para hacerlo.

Ya me había hecho una idea. Justo un mes después volví una tarde, junto a Hermano Errante, a intentar cumplir el reto. Esta vez en la mochila llevábamos una cuerda para bajar asegurando el uno al otro en caso de no poder salir finalmente por arriba. Sabíamos dónde nos metíamos. Aun así, yo creo que habría sido muy peliagudo bajar por donde estábamos subiendo... suerte que no tuvimos que hacerlo.

Con Hermano Errante me planté en poco tiempo en el lugar hasta el que había llegado en solitario un mes antes, pero a partir de ahí, estaba lo complicado. Antes de la mitad de la subida, empiezan las dudas: Hermano Errante dice que subir por donde yo indico es peligroso y no lleva a ninguna parte, y que él prefiere salir del corredor por el que vamos y hacer una travesía por la roca de nuestra derecha para subir a lo alto del sitio mostrado en la fotografía anterior, por donde se despeñaría el agua en caso de llevarla el arroyo. No lo veo nada claro. Esa roca es muy vertical. Por mi parte, propongo seguir por la barranquera hasta arriba del todo, en línea recta, y allí bordear el muro de roca de la parte alta hasta encontrar un paso para salir.

Por suerte, y por mi cabezonería, seguimos mi criterio esta vez. Cuando por fin llegamos arriba, vimos que, de haber seguido la ruta que proponía Hermano Errante, seguramente habríamos quedado bloqueados y posiblemente habríamos tenido que echar mano de la cuerda para salir de allí.

Mirada hacia atrás. Por aquí comenzaban las dudas sobre la el itinerario a seguir, y aún quedaba un buen trecho de ascenso...

Por aquí ya había que llevar mucho ojo con desprender piedras para que no alcanzaran a mi hermano que subía por detrás; por ello dejábamos un margen de seguridad entre uno y otro, y yo avisaba cuando alguna piedra se desprendía, aunque no fueron muchas.

Un poco más arriba, la rambla por la que subíamos, se iba encajonando cada vez más.

Más o menos a mitad del recorrido. Por aquí se iba encajonando la rambla.

Pasada la mitad de la subida, en las rocas que quedaban a nuestra izquierda vimos una hembra de cabra montés. Estos animales, al vivir en lugares tan escarpados e inaccesibles no suelen huir nada más ver personas sino que aguantan observando a los intrusos un rato (al menos la gran mayoría de cabras montesas con las que me he cruzado en mis salidas al monte, ha sido así), por lo que pudimos acercarnos por debajo a ella, lo cual es bastante peligroso ya que en sus alocadas huidas estos animales suelen desprender rocas de las pendientes en las que habitan. Y eso fue exactamente lo que pasó, al llegar a su altura huyó por entre las rocas que había encima suya y de regalo dejó caer un par de piedras del tamaño de un puño que impactaron contra el suelo peligrosamente cerca de nosotros.

A partir de aquí la cosa se ponía aún más escarpada si cabe. Mirar hacia abajo suponía sufrir un pequeño temblor de piernas. Pensar en una caída desde aquí podía paralizarte momentáneamente de miedo. Pero teníamos que seguir. No había vuelta atrás.

Por aquí arriba ya no había escapes en ninguno de los laterales. O se subía del todo, o se bajaba arriesgando la integridad.

Cuanto más arriba estábamos, más complicado se veía el asunto. Pero ya casi en la zona final, donde había que trepar con manos y pies un par de resaltes de un par de metros de altura que daban muy poca seguridad, descubrimos algo. El corredor por el que habíamos estado subiendo se iba estrechando cada vez más, hasta estar encajado entre paredes de roca. La pared izquierda era normal, de caliza desgajada; pero en la pared derecha había algo que no debería estar ahí. No de esa forma. No al descubierto. No en la superficie.

Que, ¿por qué? Pues porque... ¡era un espeleotema! ¡Una colada de calcita que ocupaba un tramo de pared de unos 10 metros! Eso nos llevó a pensar que todo este corredor por el que subíamos hace mucho, mucho tiempo, debió ser una cueva. ¡Y vaya cueva! Debía ser impresionante, viendo la configuración de las rocas.
Esta teoría, de que ahí había una cueva, encaja con el desgaste irregular que han sufrido las rocas de la zona, en algunos puntos muy desgastadas, y en otros no tanto, como si esos sitios hubiesen quedado expuestos al exterior en una época más tardía que los más deteriorados a causa de los elementos. Eso sí... debido a que estaba en un sitio de enorme inclinación y donde había que realizar un par de trepadas delicadas, no nos paramos a sacar alguna foto o vídeo de esta curiosa pared subterránea que está en el exterior (ahora me arrepiento), pero para mí quedó bastante claro que era una colada igual que las que se forman en las cuevas, y no una cascada seca de toba ni nada del estilo.

Ésta no es la que nos encontramos, pero la pongo para que, quien no sepa lo que es una 'colada de calcita', se haga una idea.
Pasada la colada, ya quedaba poco para terminar la subida, pero aún había que buscar un paso para rebasar la pared de roca que corona todo este paraje. Nos desviamos a la derecha, y salimos a lo más alto sin tener que trepar más. Habíamos llegado sanos y salvos, eso sí... con las piernas temblando. ¡Vaya subidita, joder!

Ahora, las vistas desde arriba... espectaculares.

Éste es el punto por donde finalmente escapamos de los Covachuelos. Quiero volver a ojear un par de sitios que vi desde allí arriba, pero subiré por otro lado... que vaya tela.

Por ahí abajo transcurría nuestra ruta de ascenso. En el centro de la imagen se aprecia el: corredor, rambla, barranquera, o como quiera llamarse, por el que nosotros subimos.

Ya arriba había una dehesa llana repleta de encinas que parecían bastante bien cuidadas (había algunas ramas podadas) en el llamado Cerro Navaseca, a 1341 metros sobre el nivel del mar, desde donde se grabó el siguiente vídeo.

Vista desde lo alto del Cerro Navaseca, una vez coronado el paraje de los Covachuelos, y justo encima de éste.

Subiendo por donde lo hicimos se supera un desnivel de algo más de 330 metros, en tan sólo 1 kilómetro de recorrido lineal (desde la base del paraje, no desde donde aparqué el coche), lo que nos da una pendiente media del 33%, aunque en la zona final más escarpada, seguro que alcanza bastante más inclinación. Aquí no se ve bien, pero bueno... esta imagen de Google Earth donde he marcado en rojo la ruta seguida, ayuda a hacerse una idea:


Y desde ahí ya bajamos campo a través como buenamente pudimos hasta dar con el camino que nos conducía al coche. Al final no sé cuánto salió de recorrido total, pero nos llevó unas 3 horas y pico de movimiento.

Ahora, cada vez que circulo por la CM-210, tras pasar junto al municipio de la Frontera, me fijo en el cerro que queda a la derecha de la carretera y pienso: "Los Covachuelos. Por ahí subimos mi hermano y yo..."

Una última advertencia: no recomiendo a nadie tratar de subir por allí... el riesgo de accidente es muy elevado.

viernes, 13 de julio de 2018

PARTE III: Trilogía de Espeleología en Cantabria - Coventosa en Arredondo: la Mezquita Sagrada

"Por mucho que se ponderen sus bellezas naturales nunca se podrá dar idea exacta de lo que es en realidad... Salones inmensos, bóvedas altísimas, galerías laberínticas, bosques de columnas, y las formas pétreas más variadas... y acordándome de que en Francia son objeto de turismo
y han producido grandes ingresos unas grutas pobres y mezquinas, que no pasan de ser simples grietas, comparándolas con las nuestras, me consuelo, me reanimo y hasta llego a formar la ilusión de que también en Cantabria algún día se hará algo." 
Palabras del padre Carballo, fundador del Museo de Prehistoria de Santander, tras su visita a Coventosa en el año 1925.

Hablar del sistema Cueto-Coventosa es hablar prácticamente de un desproporcionado templo sagrado. El lugar de peregrinación que todo devoto de los mundos subterráneos naturales en nuestro país debería visitar, al menos, una vez en la vida. Vamos que, si tomamos la comunidad de Cantabria como indiscutible Meca de la espeleología española, sin duda, Coventosa vendría a ser su principal Mezquita Sagrada.

La conocida travesía que comienza adentrándose en la Sima de Cueto y termina con la salida por la Cueva de Coventosa es la joya preciosa de la espeleología en España. Aquí se podría matizar que, aunque ésta sea la travesía más famosa y codiciada, es superada en número de visitantes por la travesía Sil de las Perlas-Valporquero (León) que tiene menor recorrido y dificultad. En cambio, Cueto-Coventosa, es mucho más técnica, peligrosa y larga; lo que la convierte en un reto menos asequible al común de los mortales.
La travesía Cueto-Coventosa se realiza normalmente en unas 15-16 horas, con un recorrido total de 6,5 kilómetros y que requiere un nivel técnico y físico muy alto. Se supera un desnivel total de 695 metros. Con tan solo mencionar que, en la Sima de Cueto hay que superar el Pozo Juhué, que es una caída vertical al oscuro vacío de más de 300 metros, hace que nos hagamos una idea de la magnitud y peligrosidad de este escenario. Culminar con éxito esta travesía es el deseo de todo espeleólogo que se precie, pero es sólo apta para los más fuertes y experimentados.

Boca de entrada a Coventosa. El aire que sopla constantemente por aquí fue el responsable del nombre de esta mítica cueva.

Nosotros, como se ha podido ver en las anteriores entradas de esta trilogía (parte I aquí, y parte II por aquí), íbamos sólo dos personas y carecíamos del nivel y experiencia adecuados para enfrentarnos a la travesía completa, así que, por el momento, nos tuvimos que contentar con explorar una pequeñísima parte de este enorme sistema subterráneo en un 'espeleopaseo' como los que organizan algunas empresas de aventura en este mismo lugar. Y dimos sólo un 'paseo' de unas 3 horas y pico por su interior ya que recorrerla en su totalidad lleva nada menos que entre 3 y 4 días...

Y es que, la Cueva de Coventosa es la 6ª cavidad más larga de Cantabria con 35 kilómetros de desarrollo total, y también es la 6ª en el ránking de las que más desnivel tienen de esta comunidad autónoma (con 815 metros de diferencia entre su punto más elevado y el más bajo). Esto se deja notar también en las grandes dimensiones de su boca de entrada y en que, al igual que la gran y cercana Cueva Cañuela, esta cueva sopla constantemente vientos gélidos al exterior. Todas estas características: grandiosidad de algunos cañones y salas, dificultad técnica alta, gran desgaste físico, longitud del sistema, complejidad de la topografía y orientación, tener que atravesar verdaderos lagos subterráneos con agua a muy baja temperatura, etc... hacen que también éste sea el escenario de varios rescates de espeleólogos perdidos o lesionados, prácticamente, todos los años.

Topografía de la planta completa del Sistema Cueto-Coventosa-Cuvera de 35 kilómetros. Nosotros apenas arañamos con nuestro 'espeleopaseo' una mínima parte de esta inmensidad subterránea (compárese esta imagen con la que se incluye más adelante reflejando el recorrido final que nosotros hicimos. Ampliar pulsando sobre la imagen).
Descargada de la página del Club Espleleológico Viana.

La travesía que se desarrolla en este escenario es muy dura... pero nuestras pretensiones aquí eran mucho más modestas. Nos informamos y descargamos las topografías con la idea de ir solamente hasta la Sala de los Fantasmas, que es de las más bonitas de todo este sistema subterráneo y que se encuentra bajo la boca de la cueva, en un nivel inferior al de ésta (parece fácil dicho así, pero tiene su miga llegar hasta ahí...). Esta sala no es usualmente visitada por la gente que hace la travesía Cueto-Coventosa, ya que supone desviarse de su camino hacia la salida justo cuando ya casi están en ella, de modo que a pesar de ser una de las salas más concrecionadas y espectaculares, no suele tener mucha afluencia de visitantes.

Así pues, una vez aparcado el coche en Val de Asón (cogiendo el desvío que aparece a la derecha tras el kilómetro 3 de la carretera CA-265 que lleva de Arredondo a La Gándara) y cubierta la distancia de la aproximación por un sendero bien marcado nos encontramos de nuevo ateridos de frío ante una corriente de aire que surge de las entrañas de la tierra. Nos ponemos el equipo, dejamos aviso en la central del l12 notificando la hora de entrada y la hora prevista de salida y, ¡al lío!

Pequeño vídeo que muestra parcialmente la boca de entrada a Coventosa y la vegetación que la rodea.

Marcada con un punto rojo la boca de la Cueva de Coventosa, a la izquierda de la carretera. La aproximación se realiza desde Val de Asón y nos lleva unos 15 minutos siguiendo una senda bien marcada.
Hemos mencionado que, al igual que la Cueva Cañuela, aquí en Coventosa hay una fuerte corriente constante de viento. Ambas cuevas se encuentran muy cerca la una de la otra, de hecho, al parecer, hace muchísimo tiempo ambas estuvieron unidas, siendo parte del mismo sistema subterráneo. Observando las topografías de estas dos cuevas superpuestas con un mapa del terreno, los exploradores se dieron cuenta de que la 'Galería de los Saltimbanquis' de la Cueva Coventosa se encuentra a sólo 150 metros de la 'Galería del Tántalo' de la Cueva Cañuela; ambas siguen la misma dirección y están a casi la misma profundidad... pero no se han podido conectar físicamente dado que estos 150 metros de galería que unía ambas cuevas están colapsados por un enorme derrumbe.

Bueno, a lo que vamos... ya con el equipo puesto, nos adentramos en la oscuridad y lo primero que nos topamos es un recodo estrecho (estrecho en relación al resto de la cueva que nosotros vimos, pero que realmente tenía más de 2 metros de ancho) donde el aire se encajona y sopla con bastante fuerza. Tras esto las dimensiones de la galería aumentan mientras bajamos y bajamos por un terraplén bastante pisado que se asoma a un pozo cuyo fondo no se ve. No hay cuerdas, ni anclajes fijos para montar una instalación. Mal empezamos. ¿Y ahora qué? Un vistazo a la topografía. Hemos bajado demasiado.  Damos media vuelta para ascender unos 50 metros por la rampa que acabábamos de bajar y tomamos una gran galería que sale a nuestra izquierda. En esta galería se ven un par de 'ventanas' que se asoman al pozo al que no le veíamos el fondo por otro lado.

Las paredes, los techos, el fondo del pozo... todo está muy lejos, todo se ilumina difusamente con los insuficientes 350 lúmenes que llevamos cada uno en nuestra linterna frontal, porque aquí todo es realmente enorme.

Seguimos esta galería hasta llegar a una gran losa plana desprendida del techo, donde encontramos instalado un pasamanos que se acerca al borde de un resalte, la cuerda que baja el resalte y una nota en papel plastificado que dice, más o menos: "Por favor, no retirar la cuerda fija. Entre los días X e Y del mes de Julio de 2018 van a realizar la travesía varios grupos". Para los que realizan la travesía desde la Sima de Cueto, éste es casi, casi, el final. Sólo tienen que superar en ascenso este resalte de 15 metros (que ahora nosotros vamos a hacer en bajada) mediante la ayuda de la cuerda fijada aquí con anterioridad y, tras ascender por la gran galería por la que nosotros hemos llegado hasta aquí, ya habrán terminado sus 6,5 kilómetros de duro, bello y agotador recorrido subterráneo. Sería una broma pesada quitar la cuerda... pero a juzgar por la nota de aviso, no debe ser la primera vez que ha ocurrido. Desde luego, vaya una gracia tienen algunos... ya que subir este tramo en escalada libre sería realmente jugarse el tipo.

Nosotros nos preparamos para bajar, confiando en que nadie la quite antes de que volvamos...
Hermano Errante ajusta las poleas de su descensor 'Stop' a la cuerda de la instalación fija y baja los 15 metros, no sin antes tener que pelearse con la hinchada soga para hacerla correr por el aparato. Llega abajo y grita "¡Libre!" al soltarse. Es mi turno. Ajusto la cuerda a las poleas de mi 'Dressler' simple y empiezo a descender, cuando de pronto oigo voces en la parte de arriba. Estoy a mitad de descenso y, recordando que la fecha que ponía en el aviso para que no se retirase la cuerda había vencido hace un par de días, me acojono pensando que vienen a quitarla conmigo a medio camino. Voceamos a nuestros perseguidores al ver sus luces acercarse a la parte alta del resalte, para que sepan que estamos aquí. Termino de bajar, me desengancho y grito "Libre" al siguiente. Parece que no vienen a quitar la cuerda, ¡menos mal! Aunque nosotros llevamos cuerda, la deberíamos haber dejado instalada antes de bajar, y como estaba ésta, pues no la hemos instalado...
Total, que tras unos instantes se plantan ante nosotros dos hombres y una mujer. Vemos que uno de ellos lleva una camiseta de la ESOCAN (Fundación de Espeleosocorro Cántabro). Tras saludarnos, les preguntamos por la dirección que debemos tomar para llegar a la Sala de los Fantasmas, nos la indican y les preguntamos hacia dónde van ellos: "Tenemos que ir hasta los lagos para dejar trajes de neopreno a unos compañeros que van a hacer la travesía mañana" nos contestan. Eso nos tranquiliza, dado que esa respuesta implica que la cuerda que acabamos de usar para bajar, seguirá aquí cuando tengamos que subir. Tras las indicaciones y algo de breve "conversación espeleológica", seguimos cada grupo por su lado. Nosotros avanzamos hacia la izquierda (hacia el este) y ellos hacia la derecha de el enorme cañón subterráneo.

Seguimos descendiendo y pasamos por un laminador con el techo algo bajo, pero donde no es necesario arrastrarse y, al poco, ya se van viendo formaciones. Nos estamos adentrando en la Sala de las Columnas, donde la cueva vuelve a adquirir las dimensiones gigantescas que tenía en las grandes galerías del principio. En esta sala hay columnas de hasta 40 metros de altura.

Hermano Errante observando una de las columnas.
Vídeo llegando a la Sala de las Columnas, con la escasa luz de nuestros fontales.

¡Impresionante columna!

Llegando al final de la Sala de las Columnas, nos encontramos con una gran colada formado un muro que hay que trepar (este obstáculo no representa gran problema, aunque en un principio no sabíamos bien si este era el punto por donde debíamos avanzar) para pasar así a la llamada Sala de los Fantasmas que contiene grandes estalagmitas con la base mucho más ancha que la punta y que parecen personas tapadas con un velo, manta o sábana.

Vídeo por la Sala de los Fantasmas grabado por Hermano Errante

Fotografía de una parte de la Sala de los Fantasmas.

Columnas y estalactitas entre las sombras de la parte baja de la Sala de los Fantasmas.

Seguimos de frente, pues vemos que esto continúa, y así llegamos a la Sala de los Lapiceros, cuyo nombre se refiere a las estalagmitas que salen del suelo, ya que hay muchas de ellas y hay que andar con cuidado de no tropezar con ninguna.

Estalagmitas ya en la Sala de los Lapiceros. Vídeo grabado por Hermano Errante.

Otro vídeo grabado por mí mientras deambulaba por la Sala de los Lapiceros.

La sala se va haciendo más baja y estrecha aunque las formaciones continúan sucediéndose una tras otra, así que me adentro hasta el final para dar con la espectacular Sala del Espejo, cuyo suelo está encharcado y el chapoteo al avanzar provoca un inquietante eco. Aquí todo son columnas, estalactitas y estalagmitas de todos los tamaños, formas y colores. Un rincón bellísimo, sin duda, y el punto más lejano de nuestra exploración.

Descansando (bueno no, en realidad, estaba posando para la foto) en la Sala del Espejo.

Hermano Errante en la Sala del Espejo.

Otro vídeo grabado por Hermano Errante, en este caso saliendo de la Sala del Espejo y volviendo a la Sala de los Lapiceros.

Estamos a 1,5 kilómetros de la salida y a 150 metros de profundidad, en un nivel inferior bajo ella. Tras dar una vuelta y quedarnos maravillados con todos los rincones que vemos, iniciamos el camino de regreso por este laberíntico y espectacular museo de piedra.

Aunque, nos hemos quedado con ganas de más, y al volver a la galería donde bajaba la cuerda fija y estuvimos hablando con los otros espeleólogos, decidimos continuar un poco más hacia el oeste, superar un resalte de 5 metros por una cuerda fija instalada para tal fin y asomarnos desde la Sala del Declive a la Galería del Metro, cuyo nombre no es casualidad... ya que es tan grande como la galería de una estación de metro. O incluso más.

Tras asomarnos e investigar un poco, volvimos sobre nuestros pasos para superar el resalte de 5 metros, esta vez en bajada. Después buscamos de nuevo la cuerda fija por la cual ascendimos los 15 metros que nos separaban del nivel superior de la cavidad y desde ahí  continuamos subiendo hacia la salida mientras aún archivábamos las imágenes de las formaciones, de las espectaculares galerías y de las salas que acabábamos de visitar, en nuestras memorias.

Vídeo grabado para dejar constancia de la fuerte corriente de aire que sopla por el estrecho, justo antes de la salida.

Total, que salimos completamente maravillados de Coventosa, y con las ansias de volver en un futuro para hacer la travesía completa. Tiempo al tiempo.
Topografía de la planta de la primera parte de Coventosa. En rojo la ruta que realizamos (sin incluir el paso por la Galería del Metro). Compárese esta pequeña parte con la topografía completa que aparece más arriba para hacerse una idea de la magnitud de este grandioso sistema subterráneo cántabro.

Topografía del alzado de esta primera parte de Coventosa. En rojo el camino seguido hasta la Sala de los Fantasmas. No he marcado aquí la pequeña incursión que hicimos en la llamada Galería del Metro.

Fotografía de la estribación de la Sierra del Hornijo, a más de 1.100 metros sobre nosotros, tras nuestra salida de Coventosa.
Y bien, con esta entrada damos por finalizada la Trilogía de Espeleología en Cantabria. Espero que haya sido de su agrado.

En las próximas entradas volveremos ya a casa, a la siempre bella y variopinta provincia de Cuenca.

¡Hasta la próxima!

jueves, 5 de julio de 2018

PARTE II: Trilogía de espeleología en Cantabria – Cuevamur en Ramales de la Victoria: la excéntrica

Vamos con la segunda entrega de la trilogía de espeleología en Cantabria.

La impresionante Pared del Eco es un enorme muro calcáreo de unos 250 metros de altura situado a poco menos de 2 kilómetros en línea recta al sureste de la población cántabra de Ramales de la Victoria. En esta espectacular pared hay una ‘escuela’ de escalada deportiva con 52 vías preparadas, pero nosotros no veníamos a escalar, sino a meternos dentro de la pared, literalmente. Nos fijamos en dos grandes aberturas a media altura en el inmenso muro, pero únicamente nos interesaba la primera de ellas: una gran boca de forma, más o menos cuadrada, de 15 metros de lado. Ésta es la puerta de entrada a un mundo subterráneo fascinante a la par que extraño. Teníamos la mirada puesta en la excéntrica Cuevamur.

La gran boca de Cuevamur vista desde la senda de aproximación, que se adentra en ella por el margen izquierdo de la Pared.
Mapa de la situación de Cuevamur (en rojo la boca de la cueva) y la aproximación hasta ella (en amarillo) desde el parking de la turística caverna de Covalanas, a escasos 3 kilómetros por carretera desde Ramales de la Victoria.
Habíamos leído que Cuevamur tiene de todo: largos pasamanos, laminadores, gateras estrechas, trepadas, descenso de pozos, grandes salas y un montón de espeleotemas de las formas más variadas (sobre todo estalactitas excéntricas). Aunque, lo que nos pareció más curioso a la hora de su elección para recorrerla, fue que habíamos leído que se podía hacer una travesía integral por toda ella mediante un recorrido circular visitando todos los pasos de esta cueva de 2,3 kilómetros de desarrollo total.

Nos informamos y, tras cerciorarnos de que no era necesario pedir ningún permiso para acceder a ella, nos plantamos con (casi) todo el material en la boca de entrada para intentar realizar ese recorrido circular completo.


Ya dentro de la boca de Cuevamur. A este primer pasaje de la cueva se le llama Galería de la Luz. Se puede observar una cuerda que atraviesa la boca de lado a lado por la parte alta, y es que aquí se hacen muchas prácticas de espeleosocorro.
En las paredes de la boca de esta cueva se puede observar también una increíble cantidad de spits (tacos metálicos encajados en agujeros practicados en la roca, con una rosca en su interior para fijar en ellos chapas atornilladas y poder anclar una cuerda) realizados para poder montar, mediante un sistema de cuerdas y poleas, la instalación que permita sacar a un herido en camilla por este sitio de complicado acceso. En 1999 se tuvo que rescatar a un espeleólogo madrileño de Cuevamur, ya que se había roto varios huesos, y quizá fuese entonces cuando se realizó toda esta instalación para rescates de emergencia.
Vídeo desde la Galería de la Luz, o boca de Cuevamur, cuando aún nos estábamos poniendo el equipo.

Tras recorrer la senda de aproximación y ponernos el equipo... me doy cuenta de mi grave error: se me había olvidado coger una botella grande de agua. Sólo llevábamos una de medio litro para los dos. A esto se unía que Hermano Errante había olvidado, a su vez, coger la comida que nos llevaríamos al interior de la cueva... parece ser que nos levantamos algo espesos aquel día, y esto impidió que nuestro plan llegara finalmente a buen término.

Ya con todos los cacharros puestos, subimos un poco más por dentro de la gran boca de la cueva que está en rampa y, a mano derecha, nos encontramos con la estrecha entrada a la oscuridad que, a juzgar por el marco metálico que la bordea, estuvo cerrada durante algún tiempo.

Entramos y lo primero que vemos es una rampa en bajada y una cuerda fija al frente, donde comienza el primer pasamanos para evitar la rampa. En la pared derecha hay clavada una placa que explica en varios idiomas que se está trabajando para acotar las zonas de la cueva especialmente delicadas por la gran concentración de formaciones, y que conmina al visitante a progresar por ese terreno acotado (mediante palitos de plástico clavados en el suelo y unidos mediante hilo de pescar) y evite así rozar los espectaculares espeleotemas que hay en los puntos bajos y estrechos.

Anclamos ambos cabos de seguridad a la cuerda fija del primer pasamanos y comenzamos a progresar pegados a la pared derecha de esta cueva, que salva un pozo de unos 13 metros que queda a nuestra izquierda. Esta progresión por el pasamanos se realiza siguiendo una especie de balcón más o menos plano mientras se sortean estalactitas y columnas.


Desanclando los cabos para anclarlos al siguiente fraccionamiento del largo pasamanos de entrada.
Este pasamanos bordea la Sala de los Termómetros, que queda debajo de nosotros. Tras sortear este primer obstáculo llegamos al llamado Paso del Cordino, donde hay que trepar unos 3 metros por una cuerda fija para llegar así al primer laminador.

Ajustando el 'puño' a la cuerda fija para superar el resalte de 3 metros.
En plena faena, subiendo el resalte.


A partir de aquí toca arrastrarse un poco. Estamos adentrándonos en un laminador (sección de una cueva donde la anchura del paso es muy superior a la altura de éste) de un 1 metro aproximadamente de alto y 2 o 3 metros de ancho, con unos 20 metros de longitud, que nos conduce a un balcón sobre la Gran Sima, que es la sala principal de Cuevamur, y donde se divide el camino para hacer el recorrido circular.

Debemos seguir por este balcón bordeando por la derecha la Gran Sima que tiene forma de embudo de paredes inclinadas (sin llegar a ser verticales, pero sí muy resbaladizas a causa del barro) de gran longitud. Ahora hay que descender un tramo de unos 8 metros por otra cuerda fija antes de seguir progresando por un segundo pasamanos.

Hermano Errante progresando por el 2º pasamanos de esta cueva que bordea la Gran Sima, sala principal de Cuevamur.
Alma Errante progresando por el 2º pasamanos que en algún tramo consta de dos cuerdas a diferentes alturas. Toda esta instalación estaba montada en fijo y re-equipada desde 2014.
 Al final del pasamanos nos encontramos con un tramo de éste bastante inclinado en subida, sobre un terreno muy resbaladizo. Aquí volvemos a enganchar el jumar (también llamado 'puño') a la cuerda para ascender, sin resbalar, hasta el borde superior de la rampa, donde debemos dejar montada una cuerda de 50 metros en la instalación de la cabecera (ésta era la única cuerda que debíamos montar nosotros, ya que el resto de las instalaciones están realizadas en fijo y re-equipadas con materiales nuevos desde el año 2014) y descender mediante ella la fuerte pendiente de la Gran Sima para buscar un paso al fondo de ésta y seguir el recorrido circular. Luego, al volver por este resalte sobre la Gran Sima, deberíamos desmontar nuestra cuerda y guardarla de nuevo.

Pero no fue eso lo que hicimos...

Dado que íbamos sin comida ni agua suficiente, no quisimos continuar con nuestro plan de hacer el recorrido circular completo. Hermano Errante usó el sentido común y dijo que él no se arriesgaba a pasar tanto tiempo bajo tierra sin suministros y, pese a que en un principio yo me negaba a cambiar el plan original, finalmente tuve que reconocer que el no llevar agua suficiente era algo que nos podía pasar factura. Así, decidimos no montar nuestra cuerda de 50 metros y lo que hicimos fue continuar por el camino por el que deberíamos haber vuelto a este punto tras recorrer el resto de la cueva.

Este camino comenzaba por un laminador que desembocaba primeramente en la baja Galería de los Guantes, que es de las de arrastrarse, pero llena de espeleotemas. Aquí comenzaban a verse por todas partes las estalactitas excéntricas y más extrañas formaciones que contiene esta cueva. Estas galerías superiores son las más concrecionadas.

Hermano Errante en la Galería de los Guantes.

Observando las concreciones en la Galería de los Guantes.
En este punto dejamos las sacas de material que portábamos para avanzar más rápidamente, ya que toda esta zona es de techo muy bajo y apenas hay sitios para ponerse de pie hasta que no se progresa un poco más.

Aquí Hermano Errante me inmortalizó inesperadamente mientras alucinaba con las formaciones.

Techos y suelos totalmente concrecionados.

Vídeo mostrando la gran cantidad de espeleotemas de esta parte de Cuevamur.

Después de arrastrarnos un rato, el techo de la cueva se volvía a alejar del suelo y podíamos ponernos de nuevo en pie. Nos estábamos acercando a la Sala de los Cristales, que fue el punto más lejano de la entrada al que llegamos, después de descartar la idea de hacer la travesía completa sin agua ni comida. Por aquí ya abundaban las formaciones excéntricas.
Vídeo grabado por Hermano Errante. Aquí ya se ve un buen número de estalactitas excéntricas.

Columnas, estalactitas, estalagmitas, excéntricas... ¡este rincón tiene de todo!
Más formaciones nos asombraban a nuestro paso.

Detalle de algunas estalactitas excéntricas.
Otro vídeo dando una vuelta por esta sala.

Avanzamos un poco más y, tras pasar por una diaclasa con algunas formaciones de color blanco puro, se abre ante nosotros la Sala de los Cristales, donde aparecen cristalizaciones que no habíamos visto en ninguna cueva de las que hemos explorado por Cuenca. Parecidas a Rosas del Desierto, pero con las agujas que las forman más finas y delicadas que las de éstas. Como finas agujas de hielo oscuro.

Delicadas formaciones en la Sala de los Cristales (pulsar sobre la fotografía para ampliar y ver en detalle)
Más cristalizaciones de Cuevamur.
 Pequeño vídeo ampliando las cristalizaciones de esta sala.

Estábamos ya cerca del temido Paso de los Retales, que no es otra cosa que una estrecha gatera que se suele hacer en sentido contrario al que nosotros llevábamos. Ya con la sed acumulada decidimos que éste era buen lugar para dar por finalizada nuestra exploración a Cuevamur y en este punto dimos la vuelta, recorriendo todo el camino por el que habíamos venido a la inversa.

Subiendo por el resalte de 8 metros tras dejar atrás el segundo pasamanos, ya de vuelta a la salida.
Detrás, en la oscuridad, se encuentra la Gran Sima, depresión que forma la Gran Sala de Cuevamur.
No sé exactamente cuánto tiempo estuvimos investigando los rincones de esta cavidad, pero sin duda disfrutamos mucho de la variedad de formaciones y del técnico recorrido que hay que realizar para progresar por esta cueva (pasamanos, trepadas, descensos, laminadores... ¡de todo, vamos!) pero nos gustó bastante, a pesar de no haber hecho finalmente el recorrido circular integral por fallos de planificación...

Dejo por aquí la topografía con el recorrido realizado, y el que quedó pendiente de realizar:

En rojo el recorrido que realizamos hasta la Sala de los Cristales, y en amarillo el recorrido circular completo que habríamos hecho de no haber olvidado llevar suficiente agua...
A la salida de la cueva, el pico San Vicente no tenía niebla en lo alto (había estado envuelto en la niebla desde que llegamos a Ramales de la Victoria dos días antes de entrar en esta cueva) así que aproveché para inmortalizarlo... y con estas vistas despido esta entrada sobre la excéntrica Cuevamur.

Pico San Vicente, al suroeste de Ramales de la Victoria, frente a Cuevamur.
De todos modos... permanezcan atent@s a sus pantallas. En unos días, la tercera y última crónica de esta Trilogía de Espeleología en Cantabria, esta vez, por la mítica Cueva de Coventosa.